tag:blogger.com,1999:blog-43182420139863172512024-03-21T05:02:22.007-07:00Consultorio médico los hermanos ChangNÚMERO. 20, ANNO 2.Los hermanos Changhttp://www.blogger.com/profile/11475336894792674755noreply@blogger.comBlogger22125tag:blogger.com,1999:blog-4318242013986317251.post-4362773952703896942007-10-11T12:30:00.000-07:002007-10-11T14:14:47.818-07:00humores editoriales<em></em><br /><br /><p><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgYEJh6vdAjlwqvp5YboVWSnyYhp4V8aED-x4KbwKg1jJ1bkrYm6w4ulrZkLsQkc_agAkZYv_mcs_7-BCdaiFi0DD-gQRLDAg5X0MlQqps0IR18ooPoMKGbYhyphenhyphennfkgM-H5f9Qr1lTijCVQ/s1600-h/pinchado.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5120164704856287378" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgYEJh6vdAjlwqvp5YboVWSnyYhp4V8aED-x4KbwKg1jJ1bkrYm6w4ulrZkLsQkc_agAkZYv_mcs_7-BCdaiFi0DD-gQRLDAg5X0MlQqps0IR18ooPoMKGbYhyphenhyphennfkgM-H5f9Qr1lTijCVQ/s400/pinchado.jpg" border="0" /></a><br /><br />los hermanos chang van vienen con su buena salud, confiados de inmortalidad y dioses tutelares, no creen en brujos con collares de espinas dorsales<br />ni en sacrificios humanos que aseguren falsos futuros<br /><br />sus mujeres barbudas, sus blancas serbias<br />sus consumidoras de opio<br />del pueblo<br />están en perfectas condiciones<br />todas ellas acupunturadas<br />con once agujas vibrantes<br />sobre sus cabezas esclavas y en el sitio exacto donde la espalda<br />deja de serla<br /><br />para ellas hemos abierto, a petición de los señores<br />un consultorio médico preciso<br />punzante<br />donde los humores griegos del griego que Hipócrates era<br />hace que llamemos a los doctores<br />humoristas<br />y a los humoristas<br />doctores<br />de la dolorosa faena<br />de hacer reír<br />a pesar de todo<br /><br />aproveche, sea lo que quiera ser, enfermo o doctor<br />antes de que vengan a decirnos<br />que ya no se necesitan doctores ni enfermedades<br />y que todos estamos sanos felices alegres<br />en el barro<br />como muchachitos bobos<br />que no piensan<br />porque les sacaron el cerebro<br />a punta de trepanaciones del alma.<br /><br /><br /><strong>Fedosy Santaella y José Urriola, acupunturistas.</strong> </p>Los hermanos Changhttp://www.blogger.com/profile/11475336894792674755noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-4318242013986317251.post-70718463031197264752007-10-07T18:15:00.000-07:002007-10-14T05:07:16.672-07:00Prólogo<strong>Nicolás Melini</strong><br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjyROmo4IKqLyL850cnf1RxwU3zwXhcYH_SyYOnr-QaGyYrePiiP7-qsccKLamfw5zNWhAHqOqZPSxX7VDVOf59kBg0PjH4PyHan9e4Ilz7jwnLTJM9uSeNthfGcwIxW4bW-RSVATjUvxM/s1600-h/medicine+ball.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5119343442684782514" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjyROmo4IKqLyL850cnf1RxwU3zwXhcYH_SyYOnr-QaGyYrePiiP7-qsccKLamfw5zNWhAHqOqZPSxX7VDVOf59kBg0PjH4PyHan9e4Ilz7jwnLTJM9uSeNthfGcwIxW4bW-RSVATjUvxM/s400/medicine+ball.jpg" border="0" /></a><br /><div align="justify"><br />Tras una ya larga carrera como escritor, trufada, como bien saben, de éxitos de meridiano alcance —entiéndase una leve ironía—, aún me veo sometido a los prejuicios propios de los comienzos en el oficio. Es cierto que, para algunas personas cercanas a mí, o, más concretamente, para mi adorable esposa —que me perdone el reproche— escribir sigue siendo <em>no hacer nada</em>, y, por lo tanto, se me puede convertir en el blanco de innumerables encargos, los cuales, sin el menor riesgo de pecar de imprecisos, podríamos catalogar dentro de una materia difusa, vaga, mucho más difusa y vaga y abstracta, a menudo, que la propia materia literaria. Ya profería David Mamet, el espléndido dramaturgo norteamericano, que, durante una larga temporada, se debió de aficionar a escribir en cafeterías, con el único objeto de que “nadie” pudiera pedirle-arreglar-la-alcachofa-de-la-ducha —y lo escribía, creo recordar, de este modo, uniendo las palabras mediante guiones, que no sé si será una práctica muy americana o un recurso de su personal estilo.<br /><br />Pues bien, yendo directos al asunto de este preámbulo, a mi mujer, por ejemplo y sin embargo, ¡para que vean ustedes!, le ha dado últimamente por enviarme-a-entregar-en-el-hospital-las-radiografías-de-una-amiga-suya-que-tiene-que-operarse-de-un-mioma-en-el-útero-el-mes-que-viene.<br /><br />—¡Y por qué no va ella! —me defendí.<br />—¡Porque le ha salido un trabajo en Nicaragua!<br />—¡Además!<br />—¿Además de qué?<br />—No importa, déjalo —me refería al mioma en el útero, pero me urgía abordar cuanto antes lo que de veras me consternaba—: ¡Y por qué me mandas a mí!<br />—¡PORQUE ERES LA ÚNICA PERSONA QUE CONOZCO QUE NO TIENE OBLIGACIONES!<br /><br /><br /><br />Perdonen ustedes este súbito rifirrafe, pero no he de renunciar a reproducir aquí el absurdo de la lógica según la cual debemos realizar lo que no nos corresponde.<br /><br />Fui. Claro está.<br /><br />Mi mujer me explicó las instrucciones que le había dado su amiga. Las tenía apuntadas escrupulosamente en un papel: el nombre del hospital, Doce de Octubre; la sección, ginecología; el número de consulta, la cinco (o la siete; por lo visto estaban una enfrente de la otra). Tenía que entregarle la tarjeta blanca a la celadora que saliese de alguna de las consultas, y luego aguardar a que me pidiesen las radiografías, etc. Ello implicaría, por supuesto, el acecho pertinaz, junto con los demás pacientes a la espera, de la celadora de turno que entraba y salía de improviso, como esos muñequitos de los juegos electrónicos a los que hay que dar caza, echar el guante o asestar un certero disparo justo en el momento que asoman la nariz, antes de que se alejen por el pasillo o se vuelvan a introducir en su inexpugnable madriguera.<br /><br />Por fin conseguí entregarle la tarjeta blanca, y luego hube de esperar un largo rato (por fortuna me llevé algo de lectura) hasta que de nuevo apareciera vociferando en la sala.<br /><br />—¡Paz Sánchez-Gil Flores! —dijo de corrido.<br /><br />Yo dije:<br /><br />—¡Yo!<br /><br />Y ella dijo:<br /><br />—Pase.<br />—¡Pero yo no soy ella! —observé absurdamente.<br />Por fin había conseguido llamar su atención: me había mirado.<br />—¿Y ella no vino? —preguntó.<br />—¿Era imprescindible? —le respondí con una pregunta, a mi mejor estilo.<br />Pero la celadora tomó las radiografías, me miró de arriba abajo, recalando con elegancia en mi bajo vientre, y comentó:<br />—Usted verá…<br /><br /><br /><br />Cuando entré en la consulta me recibió una pléyade de doctorcillas, tres o cuatro, apostadas tras una mesa, escoltadas por el médico de la amiga de mi mujer. Yo ni me senté, por supuesto.<br /><br />—¿Qué edad tiene? —preguntó una.<br />—¿Quién yo? —dije.<br />—La paciente —aclaró.<br />—Treinta y cinco —respondí rápido.<br /><br />Ella consultó los documentos que tenía ante sí y sonrió de forma enigmática, lo cual me dio que pensar: ¿y si Paz nos hubiese mentido sobre su edad por cualquier motivo? La nueva sonrisa de la joven al corregir el dato me corroboró la sospecha. ¡Se había quitado años, la muy coqueta!<br /><br />—¿Usted vendrá con ella? —quiso confirmar.<br />—¿Cuándo?<br />—En febrero. Cuando la operación —tuvo que aclarar.<br />—No —dije rotundo.<br />—¿¡Ah no!? —se sorprendió, aunque sonó un tanto indignada.<br />—¡No! —rechacé tal posibilidad. Era lo que me faltaba.<br /><br />Ella contuvo un bufido. Deduje que el tono de mi negación la había escandalizado por alguna razón, de hecho sintió la necesidad de interrogarme al respecto:<br /><br />—Pero vamos a ver, ¿usted qué es a ella?<br />—¿Que qué soy? —balbucí con esa ingenuidad que a veces me satisface tanto exhibir entre desconocidos: ¿acaso ha pensado que yo soy el marido de la paciente y me niego en redondo a prestarle mi compañía en el señalado día de tan desagradable trance para ella?, comprendí.<br />—Sí, el parentesco. Qué clase de familiar…<br />—Ninguno —renegué de nuevo.<br />—Pero… —se extravió, desconcertada.<br />Los doce ojos que había en la consulta me interrogaron, solicitando una aclaración. Tenía que satisfacer su interés:<br />—Yo soy… —iba a decir que era escritor, que en realidad hubiese sido la explicación precisa; es decir, según mi mujer, la única persona que ella conoce que no tiene obligaciones, pero en el último momento me pareció que sería una explicación un tanto críptica, y corregí—: Yo soy el recadero —no supe expresarlo mejor—. Yo sólo vengo… Me mandó la paciente a traerles las radiografías —y señalé hacia donde debían de encontrarse las radiografías, que ya no estaban porque la celadora las había archivado mientras tanto.<br /><br />He de reconocer que no omití lo de su viaje a Nicaragua deliberadamente, sino porque enseguida medió el doctor (sin duda hastiado ante un interrogatorio tan estéril) y cuando me fui a dar cuenta ya se me había pasado la oportunidad de clarificarles la situación:<br /><br />—¿Sabe usted si la acompañará alguien? —había dicho el médico.<br /><br />Eso es lo que ellos quieren saber realmente, deduje, pero me dio por responder:<br /><br />—Supongo —esmerándome en la tarea de “no hacer el mandado demasiado bien”, para que al menos no me volviesen a <em>mandar</em>.<br /><br />Él se volvió hacia las doctorcillas y convino en un tono neutro, sin acritud, con la elegancia propia del profesional de la medicina que no se permite el menor conato de cinismo:<br /><br />—Supone.<br /><br />A lo cual, la que anotaba aquellos datos, al parecer imprescindibles para la preparación del operatorio, se quedó paralizada un instante ante el papel. Adiviné que habría en aquél un par de casillas dibujadas al margen: una con un “sí”, la otra con un “no”, como es lógico. Pero ella, muy resuelta, como quitándose el muerto de encima, acabó por sentenciar:<br /><br />—Supone, o sea “sí” —y marcó una de las casillas de un boligrafazo.<br />—¿Tiene ascensor? —prosiguió el doctor.<br />¡Hombre, esa sí que me la sé!, me dije. En alguna ocasión había tenido que llevarle prestada, a petición de mi mujer, una bombona de gas butano. Pero respondí.<br />—Sí… —y hube de corregir—: Digo no.<br />—¿Tiene o no tiene? —dijo el médico.<br />Yo negué con la cabeza:<br />—Qué va…<br /><br />Luego, tras un inciso, anduvieron comentando entre ellos algo sobre que si la paciente vivía en un cuarto piso sin ascensor y no tenía asistencia a domicilio por no sé qué y no sé cuánto, mientras yo, ahora marginado e ignorado de pie en medio de la consulta, me recordaba subiendo las escaleras de la paciente con una bombona al hombro, las cuatro plantas sólo por ser escritor: ¿¡me harán subirla en brazos, subir a la paciente en brazos las cuatro plantas hasta su casa sólo por eso, por ser escritor solamente!? Yo ensimismado en medio de la consulta imaginando además —por despecho ante la pertinaz actitud de mi esposa—, que al llegar a lo alto con la bombona, o con la paciente en brazos (tanto monta), ejercía de butanero: yo el adúltero causante del mioma en su día o el rehabilitador del útero durante el postoperatorio.<br /><br />Y así seguí allí un instante, inflamada mi conciencia por la divagación, hasta que de pronto la celadora se volvió hacia mí, me devolvió la tarjeta blanca con un par de instrucciones para la paciente y me dijo que podía irme.<br /><br />—¿¡Ya está!? —pregunté con cierto alivio; aunque un tanto defraudado, he de reconocer.<br /><br />La celadora le dio de nuevo un sutil repaso con la vista a mi bajo vientre, me miró a los ojos, benévola, y expelió con gravedad socarrona, casi melancólica, un escueto:<br /><br />—Sí —pero con tal elocuencia que creí entender que apostillaba algo como: Qué se había creído.<br /><br />Eso, me dije, lo que está pensando.<br /><br />Todos sonreían cuando salí, tal vez se echaron una gran risotada al cerrarse la puerta de la consulta. Yo alejándome por los largos corredores del hospital con aquella vaga sensación, molesta aunque reparadora, de que, en efecto, y no podía ser de otro modo, aún así me habían extirpado algo. Yo expuesto a mis apremiantes elucubraciones sobre la necesidad de cortar súbitamente los correosos lazos de mi matrimonio y plantarme liberado en una prolífica neosoltería de escritor hecho y derecho: ¡ruptura!, ¡separación!, ¡divorcio! Yo reconociendo tristemente, en un tumultuoso debate interno, que lo más lejos que me permitiría llegar en tan emancipadoras convicciones, sería a proscribir la literatura: o sea, a poner el oficio literario a salvo de las ínfulas recaderas de mi querida esposa.<br /><br />Ni que decir tengo —y es acaso lo único que me proponía transmitirles por medio de este prólogo— que el libro que tienen entre sus manos ha sido concebido en cafeterías. Sea ésta, con toda probabilidad, su principal particularidad en el conjunto de mi obra. <br /><br /><br /></div><div align="justify"> </div><div align="justify"><a onclick="return top.js.OpenExtLink(window,event,this)" href="http://nicolasmelini.com/" target="_blank">http://nicolasmelini.com/</a><br /></div>Los hermanos Changhttp://www.blogger.com/profile/11475336894792674755noreply@blogger.com13tag:blogger.com,1999:blog-4318242013986317251.post-54801586517204881372007-10-07T18:11:00.000-07:002007-10-12T13:50:49.148-07:00Guterina escribe relatos de ciencia ficción<div align="justify"><strong>Israel Centeno</strong><br /><br /><br /></div><strong></strong><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEidqVEdJaUNB9111GcJGUokZjJAA5dkj0JVlBhSVVC4cnYmkyCDm28WTKoyWHj25qHqyD2_l6yQYjW707eDuAunsnVGf9J_9nXLWOut7h-eiP0m6_e3p6ssyHVAtL2Sy9KwERZQTx1_eq0/s1600-h/doctorcita.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5119337940831676322" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEidqVEdJaUNB9111GcJGUokZjJAA5dkj0JVlBhSVVC4cnYmkyCDm28WTKoyWHj25qHqyD2_l6yQYjW707eDuAunsnVGf9J_9nXLWOut7h-eiP0m6_e3p6ssyHVAtL2Sy9KwERZQTx1_eq0/s400/doctorcita.jpg" border="0" /></a><br /><div align="left"><strong></strong></div><br /><div align="right"><span style="font-size:85%;">A G (uterina) S</span><br /><br /></div><p align="justify"><br /><br />A Gilberto le temblaron los dedos de ambas manos al escuchar su nombre. Un temblor imperceptible. De incertidumbre y gozo. Puso el marcalirbos sobre la página abierta y cerró la novela de Agatha Christie; pensó, si tuviera una cartera de cuero de Mario Hernández, lanzaría mis lecturas folletinescas al fondo, es su lugar. Se levantó, alisó sus pantalones de lanilla y cruzó la sala de espera decidido y coqueto, dejaba caer una nalga mientras sostenía la otra tensa, arriba; caminó sobre sus zapatos borravino de tacón de aguja y punta muy fina. Los demás pacientes continuaron en sus asientos resolviendo crucigramas, enviando mensajes de texto desde sus celulares y alguno que otro, se mantuvo sumido en el vago estudio de las copias de obras famosas enmarcadas en listones rojos y dorados. El señor… Correa completó Gilberto y sin aguardar, al tiempo de cerrar la puerta a sus espaldas, tomó asiento frente a un escritorio mínimal. ¿Entonces?, el doctor Vivian dejó alargar el <em>entonces</em> antes de preguntar ¿usted ya está preparado? Vaya, vaya. ¿Puede mostrarme los papeles del Mormon Memorial? Claro, claro, tartamudeó el paciente, tenga usted. El doctor Vivian no era un médico circunspecto ni simpático, era un hombre sin ingenuidades y apenas abierto, parecía ser una máscara de su especialidad, abotagada de colágeno y botox, también usaba zapatos de tacón, los de él sí eran Mario Hernández, qué envidia, pero de punta en cuadro, discretos, casi rectangulares, el faldón romano con cierre en la parte anterior le daba la majestad de una sicopedagoga o de una ortodoncista; tomó el celular del escritorio mínimal y envió un mensaje de texto, de inmediato entró al consultorio una enfermera; era alta, cincelada por un maestro de la bioescultura, iba desnuda, apenas cubierta por un batín transparente y azul, delator de sus formas curvilíneas y asépticas. Sonrió sin gracia. ¿Cómo está usted? Se atrevió a preguntar Gilberto, ella, sin detenerse, fue al baño del consultorio y respondió con la fuente estupenda de una profusa meada, de inmediato salió y se tendió en posición de litomía sobre la cama ginecológica, sus piernas quedaban apoyadas sobre los talones, los muslos se flectaron y las nalgas infladas y redondas descansaron sobre el borde de la cama: Gilberto sintió su boca llena de saliva espesa, de baba. ¿Qué tendrá entre las piernas? A pesar de su decepción inicial, logró admirarse; la hendidura era bella, le nacía en el monte de Venus (completamente depilado) y caía sobre las estribaciones de la vagina; se corrugaba como un murmullo al accidentarse sobre los labios menores, era una sonrisa suave y sarcástica, la sonrisa del poder, nunca dulce, siempre hambrienta; el cuarto se impregnó de vapores de adrenalina, vainilla y alcohol. Páseme los guantes, requirió el doctor Vivian a la enfermera Gibelli. Ésta, sin abandonar su posición de abducida, estiró su brazo derecho. Sonriendo con frialdad, le alcanzó un empaque al galeno, él soltó un ruido; interior, tímida y corta carcajada, muy parecida al zureo de un palomo. Calzó los guantes en sus manos y al sentir la calidez del talco apretarse entre sus dedos carnosos y el látex, recordó su niñez cuando le robaba condones a su tío el farmaceuta y los soplaba: tienen almidón, solía repetir, los inflaba y dejaba escapar el aire a contraluz para ver el polvillo, lo aspiraba hasta causarse asma. El recuerdo fue estimulante, una arrebatadora erección desbocó su pene fuera del cierre del faldón romano. Dio un paso en diagonal y se colocó frente a la enfermera Gibelli, ella parecía aguardarlo en posición de recibir, sus pechos se habían cubierto de manchones rojos y unas gotas de sudor corrían entre los muslos y sus nalgas. Vaya, vaya, exclamó Vivian, con sus dedos cubiertos por el látex rosado, acarició los labios mayores de aquel saludable coño, separó un poco los pequeños belfos menores, auscultó la desembocadura de la uretra y el pequeño botón eréctil y dijo a su paciente, mire el vestíbulo; es perfecto, suspiró Gilberto. ¿Lo desea así? Con el dedo índice y el medio hizo presión en la parte posterior de la vagina. ¿Le parece flexible? No se fije en la longitud ni en la estrechez. ¿Le parece flexible? ¡Conteste! El doctor hizo entrar y salir los dedos, su pene embrutecido languideció mientras la enfermera Gibelli inundaba con sus jugos ambarinos la palma de la mano de su escrutador; está mojada, buena respuesta al estímulo, soltó por segunda vez la risa nerviosa; a) tomó el espéculo. Ella comenzaba a moverse, a retorcerse sin pudor; necesito un MP3, un Ipod, eso podría mantenerme más fría y concentrada en el trabajo, susurraba. Mejor así, muévase, muévase un poco más, así la requería el jefe y a Gilberto. ¿Me la puede sacudir? ¿Sin guantes? Échele mano nomás, bufó impaciente y su pene ya en franca retracción fue cubierto por la mano izquierda del aquejado, era zurdo y diestro en sus artes, revirtió el encogimiento, sintió cómo llenaba su mano y de inmediato haló hacia adelante, tiró hacia atrás, una y otra vez. Estamos a punto, muy bien, decía Vivian; b) introdujo el espéculo, lo giró, lo hizo entrar oblicuamente al plano horizontal y lo empujó hacia atrás, hasta el fondo, abrió las hojas y apareció el cuello uterino, rosa como el paladar de un hipopótamo. ¿Lo ve? Sí, ¿le gusta? Es un lugar perfecto, allí encontrará respuestas. No se detenga, sacuda, ¿qué espera? El médico estaba impaciente, comenzaban a dolerle los gluteos. Hágalo según lo acordado. Gilberto, luego de imprimirle un ritmo vernáculo a la paja, remeció sin sutileza como si tocara un tres por derecho, la verga de su tratante, la hizo espetar y se eyectó, comenzó a correr dentro del consultorio; los tacones sonaban, parecían castañuelas, escapaba de un latigazo vivo de semen; corría tras las sillas, entre los equipos de ultrasonido. La enfermera Gibeli levantó la corva, dejó caer las piernas, las plegó hacia su torso en rotación externa, sus pezones estaban por reventar, el silicón por estriar la piel, y cuando parecía perder el control vio que Gilberto, anhelante y sublime, se convertía en Trinity, la heroína de <em>Matrix</em>, corría por las paredes y largaba zancadas por el techo del salón, dio una vuelta de carnero justo al lado de una lámpara vanguardista y el cuerazo de semen hizo un circulo de fuego, en exacta sincronía, en perfecta ejecución gimnástica, en el momento justo, cuando el doctor Vivian retiraba el espéculo y dejaba dilatado, escandalizado, confuso al empapado coño, hermoso, grande y depilado, de la enfermera Gibelli; Trinity Correa se zambulló en él, y detrás de Trinity el aro de fuego, la fusión atómica; ambos golpearon dentro a una velocidad inconmensurable. ¡Yes!, gritó la enfermera. Culminaba casi la rutina maestra. Trinity y el cuerazo seminal, que luego de la fusión atómica se convirtió en Neo, rompieron las barreras del espacio y del tiempo, sus moléculas fueron desintegradas y teletransportadas a la cabeza de John Malcovich. John Malcovich estaba vestido de mujer y representaba en Brodway Off a Viviana Gibelli, bailaba tap dance, hacía crujir las tablas del escenario. Viviana o John Malcovich culminaban el acto final de <em>West side history</em>; ella cosechaba un verdadero triunfo teatral y Malcovich se aburría de la abundancia del éxito. El público se puso de pie, todos tenían el rostro de la actriz, y gritaban sobre los aplausos, John Malcovich, John Malcovich, John Malcovich. Se abrió la puerta del consultorio, la sala de espera estaba abarrotada y silente, la enfermera Gibelli asomó la cabeza; Guterina Grass, dijo. Era la próxima, una mujer que vestía overoles azules, escribía relatos de ciencia ficción y tenía la cara de mister Shit.<br /><br /><br /><a href="http://israelcenteno.blogspot.com/">http://israelcenteno.blogspot.com/</a><br /></p><div align="justify"></div>Los hermanos Changhttp://www.blogger.com/profile/11475336894792674755noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-4318242013986317251.post-41514794050348266862007-10-07T18:09:00.000-07:002007-10-09T08:05:08.994-07:00Ida y vuelta<strong>Henrique Lazo</strong><br /><br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEicfyqzyDFvYE_8nSDP6w9NR4HoC51DJHtaxx9blFKz_S8vBPOg7qY0Gn8GJ6GeHqaaXyvmiqbDr4hRCdeB0wwJEnE69v9VpWf_WlSPok77GbQ7fXifgj8aCdVGSmwZqNwzDjLRtvr46bs/s1600-h/pill_mouth.gif"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5119353084886362146" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEicfyqzyDFvYE_8nSDP6w9NR4HoC51DJHtaxx9blFKz_S8vBPOg7qY0Gn8GJ6GeHqaaXyvmiqbDr4hRCdeB0wwJEnE69v9VpWf_WlSPok77GbQ7fXifgj8aCdVGSmwZqNwzDjLRtvr46bs/s400/pill_mouth.gif" border="0" /></a><br /><br /><div align="justify">El galeno camina hacia un gabinete, lo abre, toma una medicina y verifica el muchas veces verificado contenido y lo vuelve a verificar. Me mira sobre los lentes de leer y con una familiaridad poco habitual en la fanaticada británica, exclama: ¡Un tenor! Ya decía yo. ¿Por que no comenzó comenzando, joven?<br /><br />¿Que edad tiene el artista? Ni idea, doctor. Con la sonrisa de quien ha cumplido lo que se ha propuesto en la vida, continúa: ¿que edad crees tú que tengo yo? Ni idea doctor. Tengo 68 años. Como dicen en tu tierra, negro que se arruga es porque se va a morir. Esta piel, que algunas veces ha sido motivo de horror y desprecio, para que tú veas, es perfecta.<br /><br />Mientras el doctor escribe el récipe, recuerdo que hace menos de una hora caminaba hacia el puente de Waterloo a punto de cruzar el río Támesis para asistir en el National Film Theatre a la más reciente película de Luis Buñuel, que a la larga resultó ser su penúltimo suspiro; el último fue un libro.<br /><br />Me detengo en un café de Covent Garden para amainar el frío con un guayoyo nórdico. De uno de los edificios cercanos al teatro, a pesar de la eterna garúa, escucho una voz que se me hace familiar. Es un tenor que ensaya el “Adiós a la Vida” de Tosca, y la identidad de la voz va apareciendo como la imagen fotográfica en una cubeta de revelado: es la voz de Alfredo Sadel.<br /><br />En el café, mientras espero que termine el ensayo y la voz se haga amistad, converso con un compañero griego que es marxista para la discusión, pero a la hora de existir, disfruta entusiasmado de las atracciones de la sociedad democrática. Justo en la puerta del teatro abordo al cantor amigo y me explica que lo más importante en este momento es una audición que tiene al día siguiente y es una oportunidad que ha esperado toda la vida.<br /><br />La suerte está echada. Mañana, la cita es en uno de los teatros más prestigiosos del mundo y sólo una cosa le preocupa: dormir bien esta noche. Viene de un viaje largo y se le ha trastocado el reloj del sueño. Necesita unas píldoras para dormir. El asunto es que no las venden sin una receta médica, y Sadel acaba de llegar a Londres y no conoce a ningún profesional. Le sugiero una idea.<br /><br />Caminamos hasta la estación del metro de Covent Garden. El va hacia el hotel a darse un baño y yo voy rumbo a Highbury a convencer al médico de la cuadra para que me dé un récipe para poder comprar las grageas oníricas. Justo en la entrada de la estación, hay un atractivo puesto de periódicos que nos obliga a detenernos. Alfredo toma una revista deportiva en la que está Johan Cruyff en la portada y comenta que se parece a mí. Tú eres medio holandés, ¿no? Tanta cordialidad tendría su interrupción.<br /><br />El encargado del puesto, un tipo grande de aspecto rudo con la barba descuidada, el cabello largo y con cara de hincha del Newcastle, trata de arrebatarle la revista a Alfredo mientras vocifera en un inglés apenas comprensible que “o te la llevas o me la dejas”. El tenor, con la calma que antecede a la tormenta, le dice que la está revisando y si le gusta, pues, la compra, y si no, la deja. ¿Cual es el problema? La insolencia no se hizo esperar. ¡El problema eres tu, bastardo!<br /><br />Cumpliéndose el axioma de acción y reacción, Alfredo, con una mano, levanta por la pechera al susodicho y lo recuesta contra una pared, suspendiéndolo por unos segundos y, nariz con nariz, le pregunta por lo de la bastardía. El otrora hombre rudo se transforma en una barajita. Cuando ronca tigre no hay burro con reumatismo, reza un proverbio popular en Carora.<br /><br />Aquí entro yo, al más genuino estilo de un árbitro de la Premier League. Separo a Alfredo del troglodita y apuramos el paso hasta la estación de Holborn. Alfredo se va a dar su baño por las dos actuaciones de la tarde, y yo, a poner en práctica el método de Stanislavski para convencer al galeno de que o me da las benditas pastillas o me lanzo al río. Quedamos en vernos en la entrada del teatro a las nueve.<br /><br />El profesional de la medicina es nigeriano. Es el médico del barrio donde vivo y atiende sólo a los residentes de la comunidad. Me identifico y cuando se entera que soy venezolano comenta con orgullo que practicó su castellano con una venezolana, cuando pensaba, hace algunos años, ejercer en América Latina. No acepta mis alegatos porque un joven no necesita tabletas para dormir. Con un poco de ejercicio y un baño de agua caliente, aparecen las ganas. Luego de una infructuosa y extenuante actuación dramática, decido confesar la verdad.<br /><br />Con la puntualidad inglesa y con las píldoras en la mano, encuentro a Alfredo en la puerta del teatro. Misión cumplida. Antes de que se me ocurra desearle suerte para la audición de mañana, me enseña que en el mundo del espectáculo no se desea el éxito, sino lo contrario para que, precisamente, ocurra el éxito. Mucha bosta es una expresión que viene de las funciones de teatro con mucho público, y por lo tanto, muchas carretas de caballos que dejaban su marca en las puertas de los teatros.<br /><br />En el National Film Theatre, Luis Buñuel recibe una merecida ovación antes de comenzar la función del “Fantasma de la Libertad”. El cineasta español se hizo presente sin avisar, pero no se quedó para la función, porque prefiere ver sus películas años después que las ha hecho porque así siente que las hizo otro. Ya es de noche, noche de invierno. Alfredo prepara su sueño para mañana, y yo, por lo pronto, no paso por la estación de Covent Garden no vaya ser que el kioskero me anote un gol en el partido de vuelta.<br /><br /><a href="mailto:Uniarthl@yahoo.com">Uniarthl@yahoo.com</a> </div><br /><div align="justify"></div>Los hermanos Changhttp://www.blogger.com/profile/11475336894792674755noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4318242013986317251.post-26875252532893099842007-10-07T18:05:00.000-07:002007-10-11T11:08:21.594-07:00Moscas sobre el mantel<strong>Yoyiana Ahumada</strong><br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi1WLFPoP7cg9_jQWppOKA2-UWHCYNKS3I9sI7NGNuCvqJYhLO33mbRxvZnudUGNMtTHmxf07XUWOcByZAY3nXSfuU7m_-CR2W_k14LOpz2Vkpqops4gl795hCtSVhlC68c_-xBUQ4ilPI/s1600-h/Munch+-+Sick+girl+(study).jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5120142413976021106" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi1WLFPoP7cg9_jQWppOKA2-UWHCYNKS3I9sI7NGNuCvqJYhLO33mbRxvZnudUGNMtTHmxf07XUWOcByZAY3nXSfuU7m_-CR2W_k14LOpz2Vkpqops4gl795hCtSVhlC68c_-xBUQ4ilPI/s400/Munch+-+Sick+girl+(study).jpg" border="0" /></a><br /><div align="justify">El reloj marcó las 7:00 en punto de la noche. A esa hora en aquella casa, todos habían cenado; sólo ella permanecía en silencio delante de su plato. De nada sirvió que le hicieran caritas sobre el puré de papas como siempre.<br /><br />-Me duele mucho la cabeza, decía arrugando el rostro.<br /><br />-Ya te di dos aspirinas infantiles como dijo el Dr. Miranda, pero no sé qué otra cosa puedo hacer.<br /><br />-Me hace bum bum bum, es como si tuviera a mi amiga René y mi amiga Manuela peleándose ahí adentro.<br /><br />-Dios -dice la madre-, la cabeza te hierve, mañana a primera hora vamos al médico.<br /><br />La casa parece en reposo; afuera el ruido de las cornetas, da paso a un asomo de silencio. De pronto un grito. “¡Ayyy, ya René deja tranquila a Manu, suéltale el pelo! ¡Ay, ay me duele, me duele!”<br /><br /><br /><br />-¿Usted está segura de que la niña no se ha dado un golpe? -pregunta el residente al que hoy le toca hacerle el quite al Dr. Miranda que, para variar, está en un congreso.<br /><br />-¿Golpe? Malena, ¿te has estado pelando otra vez con Manuel y Matías?<br /><br />-No mami, son René y Manuela, están ahí. René agarró por los pelos a Manuela, y Manuela la pellizca, y están aquí, toque doctor.<br /><br />El residente Domínguez, coloca su mano en la cabeza -una cabeza bastante grande- y siente una extraña protuberancia que lo lleva a retirarla de inmediato.<br /><br />-¿La visión de la niña? -pregunta haciendo gala del estudio que acaba de culminar, justo la noche anterior-. A ver Malena, dime ¿cuantos dedos hay aquí? Y los dedos puestos en signo de la paz.<br /><br />-MMM uno… y otro, dos doctor.<br /><br />-¿Qué pasa doctor? ¿Qué tiene Malena? -inquiere angustiada la madre. El residente Domínguez, no sabe qué contestar a la madre. La mira, mira la cabeza de la niña. Se coloca un guante. La toca de nuevo pero esta vez hace presión. La niña emite un grito desgarrador. Y le quita violentamente la mano al intruso.<br /><br />-¡Quita, le haces daño a mis amiguitas!<br /><br />-Déjame ver tus brazos Malena, ¿te subes la franela?<br /><br />La niña obedece, no sin cierta rabia, y descorre las telas que recubren sus brazos. En su gesto hay cierto pudor de niña que descorre la tela, pero también ardor, no del ardor de las mujeres grandes, sino de ese del que duele, con esa punzante presencia de los sentidos. El doctor, residente Domínguez, roza la epidermis angelical de Malena. Y no puede evitar descomponerse.<br /><br />-¿Hace cuanto está así?<br /><br />-¿Así, así cómo? ¿Cómo así, qué tiene mi hija doctor, por favor dígame? </div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify">-Señora, no sé como decirle esto….<br /><br />-¿Qué tiene mi hija? ¿Qué le sucede?<br /><br />-¡Ayyyyyyy, mami otra vez René y Manuela, están peleando, me duele, me duele, no me dejan quieta! ¡Me suena aquí, son ellas, son ellas, se gritan y se dicen cosas, feas!<br /><br />-Señora su hija, pareciera tener todos los síntomas de la Ceguera de los Ríos u Oncocercosis. Para ser más claro, gusanos, su hija tiene gusanera.<br /><br />-¿Qué? ¿Mi hija? ¿Mi niña? Ya sabía yo que Ud., no es más que un residente. ¿Cómo se le ocurre al doctor Miranda, dejar a un principiante en el consultorio? ¿Mi hija gusanos? Nosotros somos una familia decente, pero sobre todo limpia, ni piojos ha tenido la niña…<br /><br />-Sé que es difícil de comprender, pero esos huevos los pone la mosca negra. La Ceguera de los ríos es una enfermedad producida por un gusano llamado Onchocerca volvulus, que ocasiona daños en la piel y puede llegar a producir graves alteraciones en los ojos, hasta dejar ciegas a las personas. Hay que operar de inmediato.<br /><br />-Quiero otro diagnóstico, quiero una junta médica.<br /><br />-La puedo complacer, pero por conferencia telefónica. A la niña hay que abrirla antes de que su cuerpo sea tomado completamente por muchas manuelas y renés, que cuando llegan a adultos, construyen unas casitas que ocupan, y allí se reproducen, exportando gusanitos pequeños a todo el cuerpo… ¡Señora, señora por Dios!<br /><br />La madre ha caído al suelo, el joven residente intenta revivirla, y redimirla, con ella se desploma su vergüenza. En medio de su pequeña muerte, la madre ha revivido la epidemia de sarna de la que no escaparon ni ella, ni Malena, ni Manuel ni Matías, ni la chica de los Andes que limpia los jueves, y hace arepas los viernes y que no conoció el mar. La sarna copó la ciudad de Caracas bien entrados los años 70, y no distinguió entre La Charneca y el Country, hincó el diente y se acabó el caladril en la ciudad.<br /><br />Domínguez mira a Malena que toca sus protuberancias con algo de cariño. Ha vivido con ellas ya hace un par de días y les ha tomado cariño. Son suyas, son Manuela y René, sus dos barriguitas, sus dos montañitas, que le arden y le duelen, pero que la hacen única.<br /><br />La madre regresa del sopor y sus ojos están bañados en lágrimas.<br /><br />-Siga doctor, debo saberlo todo.<br /><br />Él le toma la mano con suavidad; es blanca y limpia, está bordada de venitas, las mismas que el se aprieta con el pulgar luego de hacer una intensa sesión de joggin o taebo y están allí latiendo, vivas.<br /><br />–Cálmese, todo va a salir bien, hay que extirparlas…<br /><br />-Siga, siga por favor, dígame más sobre la Oncocercosis<br /><br />¿De verdad? ¿Quiere saber?<br /><br />Su boca, la de ella, la madre, se dibuja como una “u” alargada; él presiente unos labios carnosos. Y una urgencia de su voz, la de él, deja salir su diagnóstico con la certeza de un cura diciendo la misa del domingo, sintiéndose médico cirujano, de planta pues, con su letrero que dice Doctor Domínguez, Infectólogo Pediatra.<br /><br />-Cuando la persona llega a tener muchos gusanos en su cuerpo, se producen lesiones muy graves, como la pérdida de la elasticidad de la piel, sobre todo en la cara, las orejas y la región inguinal. Lo peor que puede producir la oncocercosis es primero dificultad para ver y, finalmente, ceguera total.<br /><br />-Mami, se quieren salir de su bolsita.<br /><br />Cae sobre su respaldar. Todos los movimientos se aceleran, la madre corre hacia la hija, el doctor hacia la madre, vuelve a rozar su mano venosa -como la de él-, sembrada y pulsante, como cuando hace clases de taebo. Él la sujeta cerca, hacia su pecho, sus manos, ahora unidas, son una sola selva de venas brotadas. De pronto nada existe, sólo esas dos manos, que se hacen una y colocan a la niña. Es la hora.<br /><br /><br /><br />La niña yace en la camilla, los ojos abiertos desorbitados. Dopada, la anestesia la ha tomado por completo. El doctor regresa, se ha sacado la bata ensangrentada después de la extracción exitosa. La niña entreabre los ojos, sonríe y deja ver que está traumatizada. La madre se acerca un poco más.<br /><br />-¿Cómo se siente mi niña?<br /><br />-Doctor, ¿qué pasó con Manuela y René, puedo verlas?<br /><br />La madre casi desmayada otra vez en una silla, le toma la mano a la niña, pero sin verle la cara, menos la cabeza. El doctor toma una pinza y extrae de un recipiente de vidrio un pequeño animal, aun no formado y ciego, con las patas en ciernes, con cuerpo de díptero. La niña lo mira con curiosidad cruel de niño. ¿Puedo llevármelo a mi casa? ¿Es Manuela o René?<br /><br />-No podemos saberlo, son gemelas. Moscas Negras gemelas. Pero el peligro pasó señora -dice el residente Domínguez, dejando a un lado el petitorio de Malena-. Tengo que estudiarlas en el microscopio. Saber quiénes son.<br /><br />-¿Puedo llevármela doctor?<br /><br />Claro que puede, siente la niña, ellas las incubó, son sus criaturas, por varios días se alimentaron de su cuerpo, hicieron su casa allí al interior de su cabeza.<br /><br />-La niña tiene que descansar, deberá cubrirle la cabeza con un pañuelo limpio preferiblemente lavado con cloro. Y observarla. Para la piel, hay que bañarla con manzanilla, aplicarle esta loción. Ella lo mira, descubriendo a su protector.<br /><br />–Gracias doctor, gracias por sostenerme, por ayudar a mi hija.<br /><br />-No deje de observarla.<br /><br />-¿Puede haber más? Digo, más criaturas espantosas en su cabecita.<br /><br />-Eso en realidad es un cabezón -espeta impertinente y precoz, muy residente el doctor Domínguez. En menos de un soplo, cae por el suelo su cartel de la puerta y de su seguridad frente a ella, a quien ha rozado la mano-. Quiero decir, que esos dípteros tienen la cabeza aun no formada, pero desproporcionada con relación a la superficie corporal.<br /><br />-¿Se acuesta tarde doctor?<br /><br />Un interés que va más allá del auxilio al especialista, se presiente en su pregunta. Al menos así lo siente él.<br /><br />¿Puede darme su celular?<br /><br />-04167393002.<br /><br />Imagina su mano venosa, pulsando las teclas y él siente que ella lo pulsa a él. Ud marque, yo atiendo.<br /><br />-Mami quiero llevarme a mis amiguitas.<br /><br />La niña insiste con autoridad.<br /><br />-La niña me llora y yo no puedo doctor, llora y yo me desarmo. La niña quiere los bichos.<br /><br />-¡Son míos, son míos…!<br /><br />La niña los mira, sus ojos son de un fondo abismal; se toca la cabeza recién abierta un poco más abajo. La mano, el brazo con la piel descubierta, la palma abierta, se estampa contra el recipiente cuyo nombre aprenderá la niña cuando le corresponda estudiar química. El recipiente estalla en pedazos y los bichos salen esparcidos por toda la habitación, la madre vuelve a desmayarse, el residente Domínguez la siente caer en sus brazos preparados para recibirla.<br /><br />-Señoraaaaa.<br /><br />Se deshace la madre en medio del pecho caliente y abrigador del residente Domínguez.<br /><br />-Están dentro mío doctor, me pica, me pica el cuerpo…fuera, fuera…<br />Salgan de mí, no las quiero, no las quiero… ¡Quítamelas, quítamelas de adentro…!<br /><br />Enseguida entra un tropel de médicos. Entre ellos el Dr. Miranda. La cabeza de Malena es un gorro de protuberancias. Malena corre a los brazos de Miranda, doctor.<br /><br />-Mi niña.<br />-Yo las maté pero están ahí doctor, jugando al escondite. ¡Quítamelas, quítamelas!<br /><br />Malena comienza a golpearse, los médicos la sujetan, la madre grita. Domínguez no sabe como calmarla.<br /><br />Se la llevan.<br /><br />Al día siguiente, Malena sale en los periódicos, le han extraído 33 huevos, de la cabeza, la espalda… Deberá dormir, es objeto de estudio. Se recuperará muy lentamente, no así la madre, su hija ha quedado preñada de moscas. En la casa no volverá a hablarse de ese episodio. Malena no volverá a tener la piel tersa, su vestido epidérmico se tornará arrugado, Domínguez frecuentará la casa de la señora, conocerá a Manuel y Matías, comerá las arepas de la chica que sólo va los jueves. Malena se volverá callada, y dibujará moscas sobre el mantel. </div><div align="justify"> </div><div align="justify"> </div>Los hermanos Changhttp://www.blogger.com/profile/11475336894792674755noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4318242013986317251.post-76763060462252580522007-10-07T18:00:00.000-07:002007-10-09T04:26:22.874-07:00Cuerpo tatuado<strong>Humberto Valdivieso</strong><br /><br />Imágenes: Sospechosa naturaleza en Chacao<br /><br /><div align="center"></div><br /><p align="center"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgld-ZFRQnrU2UR3G49q-bKC3euNh51CNii_-ePQ2EAFPsJej6aF49tyRpZM7JCKgHEL7yjlaN3hJ_9x1h7thJGtv1jTOfgwDs1vcOy5eXphZ4BU_pYTwF-gX0ui7rq9nO7pbjjzVL-1PE/s1600-h/I-diálogo-oscuro.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5118945698648401730" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgld-ZFRQnrU2UR3G49q-bKC3euNh51CNii_-ePQ2EAFPsJej6aF49tyRpZM7JCKgHEL7yjlaN3hJ_9x1h7thJGtv1jTOfgwDs1vcOy5eXphZ4BU_pYTwF-gX0ui7rq9nO7pbjjzVL-1PE/s400/I-di%C3%A1logo-oscuro.jpg" border="0" /></a><br /><strong>I</strong><br /></p><br /><p align="justify">Diálogos oscuros:<br /><br />1. “- Las compañías que dejas olvidadas entre nosotros no son más que sombras.<br />-Aún así, todas dijeron sus oraciones alguna vez.<br />-Es cierto.”<br /><br />2. “-No me mires, no puedo contigo.<br />- Sigue, mueve los labios y trata de augurar lo que la gente desea escuchar cuando va a morir.<br />-Hay pasos inocentes que no recorrerán esta calle una vez que amanezca.<br />-No tengas miedo, no viajes, no raptes, no digas frases imposibles.”<br /><br />3. “-Hay un mandato que decidimos asumir...<br />- Sí, eso fue cuando dejamos de aullar los días de luna llena.<br />- Exacto.”<br /><br />4. “- Ahora eres profeta y saltas por las azoteas de Chacao.<br />- Yo no soy como tú: me dedico a morder el lóbulo de las orejas a quienes van a morir de cáncer al amanecer.<br />-No puedes evitar lo que está escrito.”<br /><br />5. “-Tienes alas y ellos están enfermos.<br />-Lo sé, tarde o temprano les llega su hora y debo hacer aquello que me corresponde.<br />-Lo que está escrito y sellado.”<br /><br /></p><br /><br /><p align="center"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5118946153914935122" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhkjHpfyqHpSKJEIyE3rkN1m3qpO-j3kymkYCWuo4lVTN52Y2UMVKSulxzUWlWce5X2e2KbYhLqfwfQwk1YseR_31i6AFH6xCMWAOl5QrrO62sjIKaZ5YNEsTy2VwqB0x3Gz8Qa1hBXJAs/s400/II-di%C3%A1logo-en-el-pretil.jpg" border="0" /><br /><strong>II</strong> </p><p align="justify"><br />Diálogo en el pretil:<br /><br />-La mujer que vende santos cerca de la plaza y la iglesia, ¿sabes cuál es?<br />- Sí, abre las puertas de la tienda a las 9 am.<br />-¿Estás seguro? ¿Es ella?<br />- Es ella, nadie lo sabe pero tiene la espalda completamente tatuada.<br />- Pero…<br />- Ayer fue su última vez, no verá otro atardecer.<br /><br /></p><br /><br /><p align="center"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5118946454562645858" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEio8I6L_z_R-noMpCtpCyMtazeYSe0RqM42plngXpBe7LMGc5Oblk9jG6VAY8JlvXjqF2MHCYj_dw2rUEyL5HEx7xc-2LnFB7oEZfkXztvRZwBeNXni9M43KfMMypoXN7w4a481yu-3T6E/s400/III.jpg" border="0" /><br /><strong>III</strong> </p><p align="justify"><br />Decenas de cauchos están detenidos sobre el asfalto de la calle Sucre, los camiones de basura pasan de madrugada botando fuego por el hocico, las lenguas de los italianos cuelgan detrás de los cafés de las 5 pm, los que se cansaron del olor a frutas y pescado limpian las vitrinas, nadie mira el reflejo de la luz ámbar de Caracas sobre todas las cosas vivas y muertas. Hay tantas ambulancias que van y vienen, hay miles de cuerpos enfermos que no pueden sostenerse una hora más.<br /><br /></p><br /><p><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5118946652131141490" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhUD7f1cgTE4iSNWpLzH64mcrDNKERjwGXcmKrXGoqf0Gq9o-U6fHAA5YMQaNbeuzfb8tD5ntW0Dpyq_Dmu_YdZurb8clnTqF6rNmqNfZS0t8yziPyEDL9rOYtZTlgN5hn-HljI1PV-9aU/s400/IV.jpg" border="0" /></p><br /><p align="center"><strong>IV</strong> </p><p align="justify"><br />En minutos sonarán las campanas de la iglesia, bajarán algunas santamarías, meditarán en el Pedregal, olfatearán cuerpos en el motel, lamerán las mesas de la Danubio, Iván Rojas asumirá el vacío entre sus lienzos y el alma de los desprevenidos dejará sus cuerpos por un instante. Danzará detrás de ellos, moverá sus no-movimientos frente a sus rostros, renunciará al susurro un rato y escupirá al suelo su no-aliento. “Ayer me encontraba entre ellos, hoy los busco en las azoteas agobiadas de latas, botellas, antenas, tendederos y ropa de mal gusto. Sé que ya no les queda tiempo y aún así nunca dejan de tener una razón para existir”.<br /><br /><br /></p><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5118946982843623298" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiZJuzvyBpF-_F8w7MfUjzVB-w2TdzSfe6b6CJnu5tL4vojiU_WHQCAoT3itZmcDZdLEj_aLPrXPeH9j_Wm67j2-O5XCGFrWrAthsQ69WsLz3TegjHo4c2efxJib1RDLeCDHkBmi3hfoxc/s400/V.jpg" border="0" /><br /><p align="center"><br /><strong>V</strong> </p><p align="justify"><br />Tomó el mismo cepillo de pelo y trató de pasarlo sobre sus canas. Apenas había luz. Después de bañarse se puso crema y estaba a medio vestir. Había un café sobre la mesa de noche, aún caliente. Junto a la taza había dejado la orden del médico para la tercera sesión de quimioterapia. Sentada al borde de la cama pensó en sus amantes de juventud y en los santos de su vejez. Las llaves de la tienda estaban en la cocina pues no abriría hoy. Cerró sus ojos a pesar de la penumbra para sentir el rocío de perfume que llegaba a su rostro mezclado con partículas de polvo. Minutos después la violenta luz naranja de la mañana pasaba entre las viejas cortinas y auguraba un amanecer rápido. Sintió frío y quiso ir hasta la ventana.<br /><br />-Dejaste la sirena prendida, no puedo confiarte nada.<br />- No hemos dormido y ya ni sé lo que hago.<br />-Bueno, terminemos de bajar el cuerpo.<br />- Sí, sólo nos faltaba un muerto al amanecer.<br />-Todo ha sido extraño. ¿Te fijaste que tiene la espalda llena de tatuajes?<br />- Si, parecen viejos recuerdos.<br />-Parecen oraciones.<br />- ¿No sentiste cuando salimos como si alguien nos viera desde las escaleras?<br />- ¿Quién nos va a ver? Arriba sólo queda la azotea.<br />- No sé.<br /><br /></p>Los hermanos Changhttp://www.blogger.com/profile/11475336894792674755noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4318242013986317251.post-9112341720532798542007-10-07T17:58:00.000-07:002007-10-12T06:25:06.724-07:00Farmacopea vital<strong>Dakmar Hernández de Allueva</strong><br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEinPg-OcYOBnbRaWQmBph2mL7UNEcDqkkgZv1zzNp8mXbBLVz91X1Tzgf2ykHyTQBl-LEY3ET38Xo45kfekrLSTV1g9lGUJ3HrT1EK2t74tWoPC21M29nnBRQiMO6-R7NJKnPiwqsZD7tE/s1600-h/capsulas-pastillas.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5120439780331727058" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEinPg-OcYOBnbRaWQmBph2mL7UNEcDqkkgZv1zzNp8mXbBLVz91X1Tzgf2ykHyTQBl-LEY3ET38Xo45kfekrLSTV1g9lGUJ3HrT1EK2t74tWoPC21M29nnBRQiMO6-R7NJKnPiwqsZD7tE/s400/capsulas-pastillas.jpg" border="0" /></a><br /><div align="justify"><br /><br /><strong>Récipe iniciático</strong><br /><br />Abrir los ojos. Camino al baño hay que prender un cigarrillo que depure la mierda y los excesos de la noche anterior. Un gramo de vitamina C para reforzar el sistema y ensanchar las venas. Agua, jabón neutro, litros de enjuague provital para cabellos recontrateñidos para que no desmaye el color. Frío, caliente, frío. Crema reafirmante, mirada escrutadora e implacable frente al espejo: garrapatear nervioso en la gaveta de la mesa de noche hasta dar con un par de cápsulas para las piernas y un comprimido para las uñas y el cabello. Secador en mano, hojilla supervisora de axilas y muslos entre media semana de sufrimiento a punta de cera caliente y a cuatro días de la quincena. Alisar, jalar, enrollar, alisar, sacar las cejas, frisar la superficie con cremas, prepararse para la avalancha de quitaojeras, base, corrector, creyón, rímel, rubor, sombras en polvo y crema, vapor de agua, papel tisú, más corrector, polvo compacto, volver, bajar, subir, sacudirse, sellar las puntas con silicona, jalar, enrollar, revolver, exprimir el rímel, delinear, rellenar y darle la espalda al espejo. Volver. La prueba de los dedos. Buscar luz cenital como madonna extraviada en iglesia barroca: ¿todavía es rojo?<br /><br />Camino al ascensor tostada integral con queso Filadelfia, café colombiano descafeinado aderezado con dos capsulas de 120 mg de Fluoxetina, vitamina E y complemento desde la A a la Z.<br /><br /><br /><strong>Porca miseria</strong><br /><br />Cachito reguetonero para no soliviantar las ganas de joder al primero que se atraviese por tener que resignarse a perder la vida en una cola: motorizado, fiscal, camionero o peor aún, camionetero. Recoger, gracias a Dios, a Anita y a su respingada naricita exudando acetona vía a la ofi. Para cuando ésta se apea al batimóvil pareciera que va por la mitad del cuento y tras carcajadas, preguntas y respuestas, automatismo psíquico e innumerables interpolaciones inconexas, el argumento va más o menos así: qué cagada, es que todo anoche estaba tan ladilla que hasta las cervezas sabían a baba caliente, y es que claro, aunque yo andaba con ganas de cruzarme con un bichito malo, lo único que pude pescar anoche fue a un webon que además de loser sólo me aplicó un quickly así, sin preview ni nada ¡qué bolas! y sin posibilidades remotas de repetición en cámara lenta porque “no podía”, ah, pero la vaina no quedó ahí, porque después de unas cuantas rayitas se puso a cantar como mariachi sobre sus desgracias, sobre una bicha loca que le robó al hijo y lo bueno que él era y bla bla bla y yo pensaba por mal polvo es que te pasan esas vainas… y ahí me tocó el papel de terapeuta edipíca y terminé consolándolo, ¡hasta le hice cariñitos!.. Claro, hasta que el muy webon se puso todo paranoico y me dijo que su mujer lo esperaba en la casa, que me llamaría, que se tenía que ir. Y yo, marica, con las venas latiéndome en la cabeza… y ahora que lo pienso ni siquiera me acuerdo del nombre del carajo. ¿Que qué hice? Nojoda lo único que me quedó después de esa novela de Telemundo fue tomarme un cuarto de valium con dos cucharadas de jarabe y ponerme a ver Guerra de los mundos hasta quedarme dormida.<br /><br /><br /><strong>Un mundo feliz, pero sin epsilones, plis</strong><br /><br />Después de anotarte como pionera en las sesiones de botox, lolas certificadas de B. P con más de 350 cc. cero cicatrices; tatuarte las cejas, meterte los hilos en los pómulos, anotarte un par de lunares, mantener uñas acrílicas perfectas y tener un post-it en tu compu que te recuerde “tomar agua” todo el mundo te toma por sucedáneo de Viviana Gibelli y el baño se convierte en tu hábitat sin mayores explicaciones. A nadie le extraña que andes coronada de pepas y a ninguno de tus compañeros le genera suspicacia tu vigor, sonrisa empotrada y entereza laboral a prueba de jefes y secretarias mediocres. Con la figura, no; no es tan fácil: la única manera de conservarse bien buena sin dietas ni ejercicios es ser asistida por el crack, pero el imaginarme comprando esa mierda me resulta una imagen invivible y marginal en extremo surrealista. Además, me contaba una amiga modelo (ay pobrecita, ¿no?) que hay tanta demanda de crack en Caracas, que los jíbaros la venden mezclada con aspirinas, talco o cualquier vaina que les permita rendir las piedritas. Recuerdo que hace unos… bueno, unos añitos atrás, antes, antes de la preocupación por los kilos de más, bastaba tomar ropinol para dejar de cansarse, dejar de comer, dejar de dormir y lucir relajada y dispuesta para continuar la rumba: luego un cuartito de lexotanil para dormir sin sobresaltos. Ahora, el coctel de 40 mg. de Prozac con 5 mg de Vicodin mezclado con dos grageas de fucus con piña, envoplast con crema adelgazante con olor a algas marinas, cristales de sábila y ampollas de ceramide hacen el trabajo de mantenerme alejada del gimnasio, de la comida, los carbohidratos, de las dietas, de los trasnochos. Probé hacerme de algunas dosis bajas de metadona, pero el desinterés me parece la más fulminante de las actitudes. Durante mis noches, después de las máscaras revitalizantes, untarme de cremita y limar las uñas, miro el resumen de noticias de E!, me tomo un vasito de Cerelac y acudo a mi ángel de la guarda: 5 mg de clonazepán para conciliar el sueño y amén.<br /><br />No, no es tan fácil volver al baño cada quince minutos. Para evitar los comentarios malsanos y las preguntas inquietas, voy y me retoco el maquillaje, me recojo el cabello, acomodo el envoplast, me ajusto la faja, me lavo la cara y me vuelvo a maquillar. Total, como dicen los expertos en la televisión: mientras no aparezca sangre asomándose por algún lado, no hay de qué preocuparse. ¿O sí? </div>Los hermanos Changhttp://www.blogger.com/profile/11475336894792674755noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4318242013986317251.post-35947316360516149552007-10-07T17:57:00.000-07:002007-10-09T08:05:57.465-07:00Las piedras del doctor<strong>Roberto Echeto ®</strong><br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjxrgN3C2SZkPUe3SKRwW6LbYpsqgBhKbfCUpn3Eq8AZdU-Aj4NKXuM-SIWjqV6Pc2fMnr9Co1lTUFcmBI2qz3m3z_qDi6YnHArDK1URsdSNZF0qg7HKDqcdiewNU3qE-v6M7NNFPC1H10/s1600-h/chinese_medicine.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5119347840731293650" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjxrgN3C2SZkPUe3SKRwW6LbYpsqgBhKbfCUpn3Eq8AZdU-Aj4NKXuM-SIWjqV6Pc2fMnr9Co1lTUFcmBI2qz3m3z_qDi6YnHArDK1URsdSNZF0qg7HKDqcdiewNU3qE-v6M7NNFPC1H10/s400/chinese_medicine.jpg" border="0" /></a><br /><div align="justify"><br />Ir al médico es una de las decisiones más incómodas que tenemos que tomar cada cierto tiempo. Aceptémoslo: es fácil decirles a los demás que vayan a verse esa hinchazón en el dedo chiquito del pie, ese dolor constante en los ijares o esa molestia en la espalda, mientras que, para cada uno de nosotros, resulta difícil tomar la decisión de ir al médico a que nos ausculte, nos pregunte por nuestros dolores, nos tome la tensión y nos mande una ristra de exámenes que, si no tenemos nada malo, terminan indefectiblemente con el célebre «Ud. debe cambiar su dieta, hacer ejercicio y controlarse la tensión con regularidad».<br /><br />A uno le provoca salir corriendo, decirle al doctor que ni una sola comida sana ni libre de colesterol se parece, siquiera un poquito, a una lonja de jamón serrano, y que es preferible una existencia corta y feliz, acompañada por el siempre místico sabor del jabugo, que vivir entre yogures y fibras pichirres en voluptuosidad.<br /><br />La vida de los médicos es rara. Se la pasan entre libros y enfermedades, entre láminas con dibujos horribles, radiografías de fracturas, coloquios sobre amputaciones, señoras estíticas con insomnio y tomografías donde aparecen tumores espinosos que los saludan y los invitan a pasar de una vez al quirófano, a ver si son tan machos. Eso sin contar con que los despiertan a las tres de la madrugada para decirles que el paciente que operó en la mañana abrió los ojos y se quejó en alemán.<br /><br />—Ya… Ya va… ¿Qué?<br />—Sí, doctor. Habló en alemán y él, de broma, habla español.<br />—¿Pero no se habrá equivocado Ud.?<br />—No. Usted fue quien lo operó esta mañana.<br />—¿Yo?<br />—Sí. Y ahora habla en alemán. ¿Qué hago doctor? —El galeno quiso contestarle que se buscara un intérprete en Berlitz, pero en lugar de eso dijo:<br /><br />—Ya va. Déjeme ir para allá.<br />—Doctor, aquí Freddy dice algo raro. Apúrese.<br />—Espéreme, por favor. Salgo inmediatamente.<br /><br />Con los médicos pasa algo parecido a lo que pasa con los productores de televisión. Cuando todo va bien, el éxito es de los actores, pero cuando algo sale mal, la culpa es de los productores. Así, cuando la cirugía sale bien y el paciente se salva, gracias, doctor José Gregorio Hernández… Gracias, doctor San Judas Tadeo… Gracias, San Espartaco Santoni, pero cuando el paciente sale renco del quirófano o se muere, ya saben quién tiene que poner cara de circunstancia y contar lo que pasó.<br /><br />Quizás lo expresado en el párrafo anterior sea una injusta exageración. Más de un médico de nuestro país ha recibido una o varias gallinas como retribución a sus magníficos servicios, ha sido nombrado padrino de los hijos de sus pacientes y hasta miembro emérito de la comunidad en la que presta sus servicios profesionales. Los médicos sufren y se sacrifican, pero también saben disfrutar de la vida; juegan golf, viajan, salen, van, vienen, se hacen de un capital y se vuelven socios de las clínicas donde trabajan, dan conferencias, prodigan salud y, de vez en cuando, ofrecen shows como el que ofreció una vez el doctor Brian Márquez O'Toole, un connotado cirujano plástico caraqueño, cuando le cayó a pedradas a la sede de una compañía de ambulancias porque uno de sus vehículos osó chocar el suyo y darse a la fuga.<br /><br />Se imaginarán Uds. que el caso terminó mal… El doctor tuvo que pedir disculpas públicamente, pagar los daños que causó a la sede de la compañía de ambulancias y llevar él mismo su carro al taller, no fuera que aquel escándalo redundara en una merma en las prótesis mamarias que debía poner cada semana.<br /><br />A propósito: ¿por qué si son dos, el costo de ponerse tetas siempre da una cifra impar?<br /><br />Who knows?<br /><br />Los médicos son la apoteosis de la civilización. A ellos (y a no hacer estupideces) les debemos la extensión de nuestra vida y que nuestras oportunidades para amar, ser felices y reírnos como locos se multipliquen.<br /><br />¿O no?<br /><br /><br /><a href="http://robertoecheto.blogspot.com/">http://robertoecheto.blogspot.com/</a></div><br /><div align="justify"></div><div align="justify"></div>Los hermanos Changhttp://www.blogger.com/profile/11475336894792674755noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-4318242013986317251.post-55981099764626853702007-10-07T17:55:00.000-07:002007-10-11T13:01:05.378-07:00Nocturno en el quirófano<strong>Natasha Tiniacos</strong><br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiJQr5hgfDu2L1TK7Pisx47oCEuDshrRvwL59vwYLoj_-WI85sMg9Unz2wihmuS8wQCxeDCARsnHmzQxJMaZjDPG3KAHf53yyylYVod8_uWbwRlAS-uyuHF88H42ckIb-6F0zqXgXG8D-U/s1600-h/heart-in-hand.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5120170966918604978" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: pointer; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiJQr5hgfDu2L1TK7Pisx47oCEuDshrRvwL59vwYLoj_-WI85sMg9Unz2wihmuS8wQCxeDCARsnHmzQxJMaZjDPG3KAHf53yyylYVod8_uWbwRlAS-uyuHF88H42ckIb-6F0zqXgXG8D-U/s400/heart-in-hand.jpg" border="0" /></a><br /><br />Se acostó vestido con una bata blanca<br />y limpia, de un solo uso,<br />observaba el techo con la espalda recta<br />y le preguntó a la lámpara sobre la luz.<br /><br />Apretó las sábanas, mordió sus labios<br />y orinó acostado por última vez.<br />No es un viajero habituado a las nubes<br />cargadas de lluvia.<br /><br />Una mano blanda tocó su cuerpo<br />como un ciego en una habitación vacía<br />y exploró sus órganos en busca de un tesoro<br />entre las algas muertas.<br /><br />Extrajo un pájaro de la garganta<br />y un caballo de cada pierna,<br />pero no pudo sujetar el corazón que se escurría<br />como gotas de mercurio.<br /><br />Y en cada intento por atajarlo<br />se encorvaba un caracol,<br />entraba lentamente<br />un niño en la penumbra.<br /><br /><br /><a href="http://natasha-t.blogspot.com/">http://natasha-t.blogspot.com/</a>Los hermanos Changhttp://www.blogger.com/profile/11475336894792674755noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4318242013986317251.post-30195938341461716482007-10-07T17:54:00.000-07:002007-10-11T08:23:14.352-07:00El trabajo del señor Benn<div align="justify"><strong>Juan Carlos Chirinos</strong><br /><br /><br /></div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiP68a24gT0vu6EvI9oZRGyPpWqlFet7BcVk4otprN1ZAVvZUUw5N7fvZ27GLfgUyjwlqZLhQfezqT0I9FKmqgdGpEfukdZi13T9zMCYsvdno9OML4UvjH8lfzt7fbQ5QJfDgXWJM56rHw/s1600-h/CHIRINOS+FOTO.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5118762067321661218" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiP68a24gT0vu6EvI9oZRGyPpWqlFet7BcVk4otprN1ZAVvZUUw5N7fvZ27GLfgUyjwlqZLhQfezqT0I9FKmqgdGpEfukdZi13T9zMCYsvdno9OML4UvjH8lfzt7fbQ5QJfDgXWJM56rHw/s400/CHIRINOS+FOTO.jpg" border="0" /> </a><p align="justify"><br />A esa hora de la mañana, Berlín era la entrada de un hormiguero que acababa de descubrir un tarro de azúcar abandonado. Los robustos T de ruedas blancas pasaban veloces a los coches de los barones, y detrás de ellos los perseguía esa estela de ruido que se aleja, la misma de la que el señor Doppler ha dado enjundiosa razón en sus escritos, explicando que el sonido se distorsiona a medida que se aleja de nosotros a trescientos metros por segundo, como afirman algunos. En todo caso, el ciudadano berlinés que se dirigiera andando a su trabajo debía poner especial atención a estos detalles (caballos, motores, pistones, floreros, frutas, mensajeros) si es que no quería sufrir algún percance que distorsionara, quizá definitivamente, la rutina de su vida.<br /><br />El señor Benn estaba conciente de que el más mínimo descuido marcaría la gran diferencia entre la cotidianidad y el espanto; y él sabía muy bien a dónde enviaban a los que, aún románticos y ajenos al progreso de este gran país, entregaban irresponsablemente sus cuerpos a la calle, como sacerdotisas de una antigua civilización.<br /><br />—La distancia entre la lozanía y el detrito es más pequeña de lo que solemos creer, —cavilaba el señor Benn, mientras avanzaba con paso seguro, elegantes sus zapatos de charol, su bastón pendulante y el sombrero bien ajustado para conjurar las travesuras del viento—: La señora de las sombras acompaña nuestras acciones y, aunque jamás tiene prisa por atraparnos, sabe que tarde o temprano daremos ese paso en falso que nos arrojará a sus brazos, ese lugar que es descanso y paz, y misterio y agonía.<br /><br />Porque el oficio del señor Benn consistía en abrirnos en canal cuando nos tocaba.<br /><br />Curioso desde niño, siempre quiso saber cómo eran las cosas por dentro y por fuera, bajo el agua y en el aire, en movimiento y en reposo; tanta era su curiosidad, que la familia tuvo la alborozada esperanza de que el Creador les había enviado un ser especial, uno que emularía las hazañas de míster Darwin —«¡ese greñoso inglés!», se quejaba la abuela, devota del káiser—, superándolo para gloria del imperio. Se lo imaginaban surcando los siete mares en uno de los acorazados de la Armada, recogiendo pruebas de que la misericordia del Todopoderoso había pasado por este planeta y nos había dejado infinitos dones para nuestro deleite. Tal como dos siglos antes el barón de Humboldt había dejado constancia del valor de su genio, así el pequeño retoño de la familia Benn se convertiría de mayor en el nuevo explorador, el Marco Polo bávaro que le faltaba a la gloriosa estirpe germana.<br /><br />La curiosidad fáustica del niño, sin embargo, sufrió un día una perversa distorsión.<br /><br />Descubrió que, si le arrancaba la cabeza a una cucaracha, sacaba al mismo tiempo sus tripas con las que pasaba gozosas horas de observación entre las entrañas de tan obstinado animal. Esa remota mañana en que su maestro de Ciencia Naturales lo sacó del Edén de la infancia, el señor Benn se convirtió en una nueva clase de curioso: El curioso de la morgue.<br /><br />¿Qué habría ocurrido si esa mañana una gripe de primavera hubiera obligado al joven estudiante a permanecer en la cama bajo los mimosos cuidados de la madre y de la abuela? ¿Quizá las vidas de 50 millones de almas se habrían salvado, o la entrada hacia el centro de la Tierra ya no sería un misterio? ¿Cómo habría sido el curso de la Historia si esa mañana, camino del colegio, las patas gordas y nerviosas de los caballos del conde hubieran destrozado su tierna cabecita, para desgracia de las mujeres y alegría de las cucarachas? Nunca se sabrá, caviló el señor Benn mientras abría las puertas de su despacho, donde los muertos lo esperaban, reposados en las cámaras frigoríficas, allí donde, paciente, el bisturí filoso ansía el contacto de sus manos para, juntos, horadar el vientre hinchado de algún niño atolondrado que no entendió que los caballos son animales aprensivos y no se llevan bien con los motores que construye ambicioso el señor Ford.<br /><br />—Pero nunca se sabe cuándo caeremos en los deliciosos brazos de la señora de las sombras, —murmuró el señor Benn mientras deslizaba la punta de su instrumento por la T dibujada en el vientre del muchacho muerto, y antes de descubrir el nido de ratas recién nacidas que horadaron las paredes del estómago y ahora dormían, inocentes, apoyadas en el bazo—. Cada cuerpo es un universo particular —declaró satisfecho, y continuó con su trabajo, ajeno al escándalo de Berlín por las mañanas.<br /></p><p align="justify"><br /><a href="http://juancarloschirinos.blogspot.com/">http://juancarloschirinos.blogspot.com/</a></p>Los hermanos Changhttp://www.blogger.com/profile/11475336894792674755noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-4318242013986317251.post-48477542970664679412007-10-07T17:50:00.000-07:002007-10-11T12:04:12.859-07:00El conductor de la ambulancia<strong>Maria Dolores Torres</strong><br /><br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgiPOkk6CjA6dpMETF23F27oe_QKG2-n9pfClxJl0Hj6hfGba60R_rJu04jfioT6UXI6FdSFHov9TkbgvAEMxEphYErrEisd6mocHpzjXvflMHInfmnjBVXHdjQQA44Epcg47UBphcLSPI/s1600-h/medicine2.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5120138668764538978" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgiPOkk6CjA6dpMETF23F27oe_QKG2-n9pfClxJl0Hj6hfGba60R_rJu04jfioT6UXI6FdSFHov9TkbgvAEMxEphYErrEisd6mocHpzjXvflMHInfmnjBVXHdjQQA44Epcg47UBphcLSPI/s400/medicine2.jpg" border="0" /></a><br /><div align="justify">En estos días, sintiéndome como una rata a punto de morir en una cloaca con lo que al principio supuse un virus gripal, decidí llamar a Rescarven por aquello de que ahora no le venden a uno antibióticos sin récipe (no lo critico, pero a veces jode). No voy a contarles con demasiado detalle la agonía telefónica que todos ustedes deben conocer si han intentado contactar a alguien que trabaje en una empresa ocupadísima con central telefónica. En ese trámite se me fue más de una hora entre música de centrales, grabadoras diciéndome que ya me atienden, un doctor que me toma la historia y me va a pasar al médico, otros quince minutos para que me atienda un pediatra por equivocación, hasta que por fin me atendió la persona que decide que sí, que mi caso amerita que me manden un médico a casa.<br /><br />El grupo de tres: doctora, paramédico y conductor, llegó una hora después de mi llamada. No está mal para estar en Caracas. Ella, la doctora, me examina, me ausculta y decide que tengo una infección respiratoria, que aunque no amerita nebulización, si hace falta unas medicinas intravenosas y otras inyectadas en la nalga.<br /><br />Hace unos meses, había tenido la espantosa experiencia de un paramédico de Rescarven que me inyectó en la nalga un relajante muscular y me dejó una bola intramuscular que me duró al menos 4 meses y la nalga insensible al tacto, pasando luego la insensibilidad al muslo, donde aún permanece. Visto lo cual, le digo al paramédico que cuidado cómo me inyecta porque su colega pasado me dejó una pelota de beisbol en la nalga. A lo cual el conductor, un señor mayor, me dice que esa vez tuve suerte porque el que me inyectó jugaba beisbol, pero que éste que me va a inyectar ahora juega futbol. Ahí, con esa simple muestra de humor tan típica y agradecida de nosotros los venezolanos, se me relajaron todos los músculos del cuerpo y enseguida empecé a sentir mucho mejor.<br /><br />Mientras me pasaban el medicamento intravenoso, yo, que converso hasta con las piedras, logré una tertulia a cuatro de lo más amena. Pasando por la historia de la médico y su pasantía rural en La Guaria y cómo estaba ahorrando lo que le pagaban en esta compañía para luego hacer su postgrado, los problemas de ortografía del hijo del conductor -porque es que él no lee y esa es la única manera de aprender a escribir-, la petición del mismo de que le hiciera una foto pero que lo arreglara con Photoshop -tampoco es que me vayas a poner demasiado pelo y dejarme la cara lisa, lo que quiero es verme un poco menos feo- , hasta el momento en que, como todas estas tardes, el cielo empezó a ponerse negro caraota amenazando con una de esas mega lluvias vespertinas y anunciando la consabida súper tranca del tráfico en esta ciudad infierno.<br /><br />¿Y entonces? -preguntó en conductor a sus colegas-. No vamos a poder salir de aquí si empieza a llover porque nos asignaron una unidad sin aire acondicionado y así no podemos trabajar. La doctora opina que pueden quedarse a pasar la tarde en casa, que mis sofás se ven muy cómodos y podemos poner una película. El paramédico divisó el chichorro enrollado en la pared y lo reservó para él. Yo les hago cafecito y los arropo –agrego porque me pareció estupenda la idea. No hay nada más nocivo que salir en Caracas bajo la lluvia, sobre todo si uno tiene que ir a salvarle la vida a alguien.<br /><br />Terminó de pasar la intravenosa, el paramédico me inyectó en la nalga sin mayores consecuencias, la doctora me entregó el récipe para el tratamiento completo, y todos aprovecharon que las gotas estaban apenas comenzando -anunciando el diluvio-que vino después-, y se despidieron de mí como si fuéramos amigos de siempre. Riendo, jodiendo y a tomar de nuevo el camino al trabajo.<br /><br />Yo me sentí mucho mejor después de que se fueron. No sé si fue lo que me inyectaron o si fue el darme cuenta de que a pesar de todo lo que estamos viviendo, el venezolano sigue siendo único y lo que nos mantiene vivos es el sentido del humor. Recemos, sí recemos, para que eso nunca nos lo quiten.<br /><br />¿Alguno de ustedes se imagina a los paramédicos americanos del 911 reservando el chinchorro para dormir una siesta mientras pasa la lluvia?<br /><br /><br /><a href="http://mariadolorestorres.blogspot.com/">http://mariadolorestorres.blogspot.com</a></div><divalign="justify">Los hermanos Changhttp://www.blogger.com/profile/11475336894792674755noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4318242013986317251.post-43366330304197505102007-10-07T17:46:00.000-07:002007-10-09T10:53:16.783-07:00Consejos y curas para males comunes<strong>Enrique Enríquez<br /><br /></strong><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgj9addSvp-EP4QLc0TnrwIrW9qjG2JO9MQ-pHW-m3FUGj-LSoUI3L_qJGz61bUDNaHjBQzDRiWWkK1BLqAbwuMoHrmEE4in9XsnkmQl0Uq80tElBuzZxf9ncpCpdVN3w8cUNDvPX1xgXw/s1600-h/toreador-nurse-ii.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgj9addSvp-EP4QLc0TnrwIrW9qjG2JO9MQ-pHW-m3FUGj-LSoUI3L_qJGz61bUDNaHjBQzDRiWWkK1BLqAbwuMoHrmEE4in9XsnkmQl0Uq80tElBuzZxf9ncpCpdVN3w8cUNDvPX1xgXw/s400/toreador-nurse-ii.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5119395983019714626" border="0" /></a><br /><br /><div align="right"><span style="font-size:85%;">Dedicado a Alberto Magno</span></div><div align="justify"><br /><br />En su libro <em>"Psychotherapeutic Metaphors: A Guide to Theory and Practice",</em> Philip Barker propone ocho tipos de metáfora:1) Historias mayores, o mitos. 2) Historias menores, o anécdotas. 3) Analogías, símiles, y comentarios metafóricos breves. 4) Metáforas de relación. 5) Tareas o rituales. 6) Objetos metafóricos. 7) Metáforas artísticas. 8) Terapia con cartoons.<br /><br />Aunque tengo mis dudas sobre la pertinencia de algunas de estas categorías, me interesa en especial la número cinco: <em>"tareas y rituales como metáfora";</em> pues en mis conversaciones con un amigo sangoma (los sangomas son los chamanes de Sudáfrica, no muy distintos a los babalawos), llegamos a la conclusión de que, si dos sangomas curan la misma enfermedad con hierbas diferentes, que comparten únicamente un carácter simbólico, es entonces la metáfora lo que activa en la mente ese proceso de transformación que llamamos "curar."<br /><br />Lo más parecido a esta idea que uno pueda encontrar en el maistream contemporáneo es el trabajo de Alejandro Jodorowsky; si bien la aplicación occidental de estos principios, presentes en la magia de todas las culturas tradicionales, y centrados en el uso de la metáfora como un método de sugestión indirecta, fueron desarrollados extensivamente a finales de la primera mitad del Siglo XX por Milton Erickson.<br /><br />Inspirado en todo esto, aqui les dejo estas pequeñas píldoras sin récipe para su <em>Botiquín de Primeros Auxilios Literario:<br /><br /></em><br /><strong>Para los que sufren de baja auto-estima</strong><br /><br />Contrate a un cirujano y a un artista del tatuaje. El cirujano debe practicar una incisión para dejar el corazón al descubierto. Entonces, el tatuador debe tatuar en el músculo cardiaco el logotipo de Mercedes Benz. Se sutura y se convalece el tiempo necesario.<br /><br />Es infalible.<br /><br /><br /><strong>Para que los senos se vean más grandes</strong><br /><br />Lo primero que debe hacer una mujer que quiere que sus senos se vean más grandes es conseguir el dinero para una cirugía, en efectivo. Parte de ese dinero la utilizará para contratar un estudio de sonido y a su locutor de radio favorito. Una vez en el estudio, le pedirá al locutor que describa meticulosamente lo que le sucede a un kilo de garbanzos cuando se dejan toda una noche en agua.<br /><br />Queme un CD con esa narración. Escuche este CD todas las noches hasta quedarse dormida. (O dormido, si quien lee esto vive en Brasil).<br /><br />El resto del dinero se lo entregará a un niño de la calle, sin dudar ni decir palabra.<br /><br /><br /><br /><strong>Para bajar de peso</strong><br /><br />Para bajar de peso se comienza la dieta que esté de moda, no importa de qué se trate. 24 horas luego de comenzarla, vístase con ropas que sean una talla más grande que la suya. Comente a todo el mundo que la dieta es un fenómeno, porque la ropa le queda bailando.<br /><br />Incremente progresivamente la talla de su ropa, y siga con la dieta, procurando hacer mucha alharaca una vez por semana respecto a su evidente baja de peso.<br /><br /><br /><strong>Para librarse del Mal de Ojo<br /></strong><br />La gente nos maldice diariamente con frases pasivo-agresivas tipo "te ves estupenda para tu edad", "joven artista", "No estás nada gorda, para lo que comes", "¿Seguro que vas a ir vestido así?", "ella tiene tantas ilusiones, pobrecita..." etc. Esas maldiciones se alojan en nuestros espíritu y se alimentan de nuestra inseguridad, amargándonos la vida y dándonos permiso para fracasar. Esto se puede evitar de una manera muy sencilla:<br /><br />Lleve siempre en el bolsillo derecho del pantalón, o en la cartera, un puñado de caramelos de fresa. En cuanto usted detecte que alguien le maldice, saque un caramelo y ofrézcalo diciendo: "¡Chúpate este caramelo!" No haga alusión alguna a la maldición, ni trate de razonar con la persona. Lo más probable es que ella misma no sepa que porta el Mal de Ojo.<br /><br /><br /><strong>Para lograr la paz en la pareja</strong><br /><br />Para solucionar cualquier problema de pareja, hombre y mujer deben dibujarse mutuamente un pájaro y una jaula en el pecho. Antes de dibujar, ambos deberán decidir primero quién lleva la jaula, quién lleva el pájaro, y por qué.<br /><br /><br /><strong>Para deshacerse del odio<br /></strong><br />Si se odia a una persona, uno debe dedicar cinco minutos cada mañana a pensar intensamente en ella, mientras se sonríe frente al espejo. En cada una de estas sesiones, copie su propia sonrisa siete veces con lápiz sobre siete trozos de papel. Este procedimiento se repite por veintiún días, luego de los cuales se toman todas las sonrisas y se encuadernan en un hermoso libro.<br /><br />Tome este libro y déjelo subrepticiamente en la mesa o escritorio de la persona odiada, con una nota pegada en la portada que diga: "Pusiste una sonrisa en mi rostro. ¡Gracias!"<br /><br /><br /><strong>Para abrirse camino</strong><br /><br />Embale sus pies cuidadosamente con plástico de burbujas del que se usa en las mudanzas. Una vez embalados, póngase un par de zapatos rojos. De trece pasos lentos, y luego, conforme el "¡crack!" de las burbujas vaya mitigándose, incremente su velocidad, hasta salir corriendo.<br /><br /><br /><strong>Para acabar con el acné</strong><br /><br />Cuando nos empeñamos en ser bellos, la cara nos explota.<br /><br />El primer paso para curarnos de algo consiste en replantar la relación que tenemos con la enfermedad. El acné se cura en tres días. Para hacerlo, basta simplemente con vencer nuestro deseo de belleza. Esto se logra mordiendo un brócoli cada mañana. La persona, hombre o mujer, debe morder un brócoli, cuidando de que le queden trozos verdes entre los dientes. Así debe salir a hacer su vida, tratando de sonreír lo más posible.<br /><br />Casi instantáneamente la presión de los granos en la cara se hará menos apremiante. Al cabo de 72 horas, el acné se volverá indetectable.<br /><br /><br /><strong>Para conseguir marido<br /></strong><br />La mujer soltera tiene un aura hambrienta, que es percibida por el inconsciente del hombre, activando en él toda suerte de alarmas. Por eso, ella debe buscar un símbolo más fuerte que su hambre, para eliminar las resistencias del hombre y hacerle sentir a salvo. Este símbolo es el anillo de matrimonio. La mujer soltera que quiera conseguir marido debe portar uno en el dedo, y hacer su vida social tal como si en efecto, en su casa la estuviesen esperando. A través del anillo, la mujer soltera debe manifestar una saciedad de afecto, una sobre abundancia de pasión, y cierto desapego por los varones que la rodean.<br /><br />Eso la hará irresistible.<br /><br /><br /><a href="http://www.enriqueenriquez.net/">http://www.enriqueenriquez.net/</a><br /><br /><br /></div><div align="justify"><br /></div>Los hermanos Changhttp://www.blogger.com/profile/11475336894792674755noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4318242013986317251.post-51923285068155690972007-10-07T17:45:00.000-07:002007-10-09T07:52:11.794-07:00Mi Doctor Favorito<strong>José Javier Rojas</strong><br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgQQzyYALCzQDGZyNbwrsaW639O_jXYHMq9pYew465amYJSj88TEcuswMrRm3dpTBPBEoe-vmq24WHXteJLrpSb_aPjztD52DdvlUfIOi5y82ldw8-SfyRuTLoydds6_sPKdVBFcYT4cQ4/s1600-h/ScaryMedicine3.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5119349275250370530" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgQQzyYALCzQDGZyNbwrsaW639O_jXYHMq9pYew465amYJSj88TEcuswMrRm3dpTBPBEoe-vmq24WHXteJLrpSb_aPjztD52DdvlUfIOi5y82ldw8-SfyRuTLoydds6_sPKdVBFcYT4cQ4/s400/ScaryMedicine3.jpg" border="0" /></a><br /><div align="right"><br /><span style="font-size:85%;">Suicide is painless,<br />It brings on many changes,<br />And I can take or leave it if I please</span><br /></div><br /><div align="justify"><br /><br />Dos helicópteros se acercan a la explanada volando muy bajo entre la agreste cordillera coreana. Los altavoces alertan al 4077 de la inminente llegada de heridos, y cinco atractivas enfermeras en ropa de campaña corren prestas a su encuentro entre el viento y la polvareda que levantan los rotores principales en su aproximación final. Los hombres evacuados del frente son recibidos por el personal médico en tierra que se cuida del peligro de las aspas giratorias caminando muy doblados sobre el lodazal del improvisado helipuerto. Un hombre preocupado, vistiendo una camisa hawaiana y gorro de golfista, hace el triaje evaluando la gravedad de las heridas. Las camillas son bajadas de la colina hacia el hospital sobre unos jeeps que hacen de improvisadas ambulancias.<br /><br />El hombre preocupado vestido de civil se llama Benjamín Franklin Pierce. Pero todos en el 4077 lo conocen como Ojo de Halcón. El curioso sobrenombre se lo impuso su papá, un lector fanático de El último de los mohicanos, la celebérrima novela de Fenimore Cooper. Ojo de Halcón es un dotado cirujano de Nueva Inglaterra reclutado por el Ejército de los Estados Unidos para prestar servicio durante la Guerra de Corea en un hospital militar móvil o M*A*S*H, por sus siglas en inglés. La primera vez que el mundo supo de él fue por un libro que publicó el doctor Richard Hooker en 1968. Luego, la fama del doctor Ojo de Halcón creció gracias a la interpretación que Donald Sutherland hizo del personaje en la película dirigida por Robert Altman, en 1970. Más tarde, y montada en la ola favorable a la película antibelicista en plena Guerra de Viet Nam, la serie M*A*S*H duraría en pantalla hasta entrados los años ochenta gozando durante una década sólida de la preferencia de público y crítica debido, no en poca medida, al talento y los buenos oficios de Alan Alda como el responsable de darle vida a nuestro doctor favorito.<br /><br />La tradición de retratar médicos en la ficción es tan larga que es un subgénero en sí mismo que abarca y acapara hace rato radio, cine y televisión, además de best sellers de supermercados y aeropuertos. Piense por favor en Albertico Limonta, el doctor Valerio de Por Estas Calles, y en la serie que tiene un efecto Prozac en su pareja, Grey´s Anatomy. Entienda ahora por qué a la gente que se dice seria le cuesta tanto tomarse en serio a dicho subgénero. Pobres ellos, que se lo pierden y no se la llevan con sus parejas. Hay que reconocerles que tienen razón en algo: hay una sobre oferta tóxica de doctores de ficción. Abundan los doctores de mentira, tanto, que incluso en la vida real los hay a espuertas. Ojo de Halcón es el baremo con el que los mido.<br /><br />Iconoclasta, mi doctor favorito se rebela contra la pomposidad de los métodos militares y su asfixiante burocracia. En su barraca, tiene un alambique a la vista de todos para destilar los martinis más secos alrededor del paralelo 38. Suele practicar tiros de golf enfundado en su bata de baño, y cuando el clima lo permite, en boxers. No saluda como no sea con una sonrisa llana y un franco apretón de manos o con un sarcasmo a los oficiales que le exigen pleitesía marcial. Para ellos solo tiene el desdén de la inteligencia por la fuerza. Amigo entrañable que gusta de gastarles bromas a las enfermeras cuando no las está conquistando, es también un hijo devoto que le escribe cartas a su padre desde el frente. Mi doctor favorito se afana por igual con todos sus pacientes sin importar que algunos puedan ser parte del "enemigo" que él aborrece combatir. Para Ojo de Halcón todos somos, incluido el personal médico, víctimas de una guerra absurda: hombres, mujeres y niños atrapados por la máquina de matar gente que los políticos insisten en seguir construyendo para destruirnos.<br /><br />La fragilidad que Alan Alda le insufló a Ojo de Halcón es su principal fortaleza. Mi doctor favorito no me cautivó por su habilidad comprobada en el quirófano para salvar vidas incluso bajo un incesante bombardeo o por su capacidad para burlar todas las regulaciones del reglamento y salirse no siempre con la suya. </div><br /><div align="justify"><br />Mi doctor favorito está lleno de derrotas, de neurosis y de miedos, como yo. Ni siquiera quiere estar aquí, en medio del infierno, asistiéndome. Mi doctor favorito es un hombre que intenta hacer lo correcto.<br /><br />Es un buen hombre, a pesar de todo.<br /><br />Si alguna vez los atiende, denle las gracias de mi parte. </div><div align="justify"> </div>Los hermanos Changhttp://www.blogger.com/profile/11475336894792674755noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4318242013986317251.post-48288894287055293122007-10-07T17:42:00.000-07:002007-10-11T12:10:10.191-07:00La niña tres piernas<strong>Mario Morenza<br /><br /><br /></strong><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgpDfxn1Ab4zbrvaCHwNP96aBSbtfbrR_eO4mEVUkV1jaPhcL3nP9fAccGzlVvvzocOTYIRcZ7TCP4pP8fMxx8Zs_0Y_SHrtTo5o3MXEUAIm-zV4Osn2vXDIynSFjfFYZBiQPJVMkJtNAA/s1600-h/sala+azul+psiquiatrico.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgpDfxn1Ab4zbrvaCHwNP96aBSbtfbrR_eO4mEVUkV1jaPhcL3nP9fAccGzlVvvzocOTYIRcZ7TCP4pP8fMxx8Zs_0Y_SHrtTo5o3MXEUAIm-zV4Osn2vXDIynSFjfFYZBiQPJVMkJtNAA/s400/sala+azul+psiquiatrico.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5119394947932596274" border="0" /></a><br /><div align="justify"><strong></strong><br /><strong>Diciembre 01</strong><br />Renuncia a todo, cada vez es más ácido. Mi mundo es un ladrillo, como en el que habita una cucaracha. Un mundo áspero, arcilloso, que te hacer resbalar. Casi siempre resbalamos dónde estamos acostumbrados a pisar. Por lo general las zancadillas nos las propinamos nosotros mismos. Parezco un trípode. Los que saben de mí han pronunciado más el abominable epíteto: La niña tres piernas. Me llamo Consuelo. Qué irónico llamarse así. Perdón, querido diario, quise decir: qué absurdo llamarse así y no haber experimentado, en práctica, sensorialmente, la dimensión que denota mi nombre. Renuncia a todo, cada vez es más ácido. La niña tres piernas. Ya casi cumpliré quince años. Sé que nadie bailará el vals.<br /><br /><strong>Diciembre 02</strong><br />Lo único bueno que tengo dentro de mí, no son las piernas para exportar, sino mis ideales que, al fin y al cabo, es lo único que queda. Pensar y pensar, es lo único que queda hasta que a uno se lo comen los gusanos. Somos eternos mientras nos creemos que somos eternos. He sentido siempre una gran fascinación por la derecha. Irrazonable. Tengo fotos de Franco. De Hitler. De mi adorado Pinochet, que la estúpida comunista punketa del bloque, le llama Pino-shit. Me harta la gente que tiene ideales insulsos, y no sabe lo que crítica. Desde mi ventana puedo conquistar el mundo. Siempre lo he dicho: tengo una pierna izquierda y dos derechas: una para caminar y la otra para darle una patada en el culo a cualquier comunista que se me atraviese. Nada es más gratificante que ser el emperador de tus facultades. Ser emperador hasta que la muerte lo sorprende a uno. Cada segundo que pasa es más probable. Renuncia a todo, que cada vez está más ácida.<br /><br /><strong>Diciembre 04</strong><br />Ayer estuve todo el día en consultas médicas. Cuando volvía, vi el vientre abombado de la cachifa del B-2. Ya, con el que viene en camino, serán cinco. ¿Hasta cuándo la procreación irresponsable? Un gobierno serio impediría esta clase de atropellos a la dignidad humana. El crecimiento incontrolado de la población traerá más y más miseria. Si no puedes criar a un muchacho con todas las comodidades cómo hacerlo con cinco. Tendremos que empezar a amarrar piernas. O todo se trata de un plan secreto. O tal vez las madres de hoy día, las que tienen posibilidad de ser madres, tienen un plan: Cuando la muerte esté muy cerca de ellas, cuando se presuma su sorpresiva llegada, ser transplantadas al cuerpo de alguna de sus hijas, ésa, la elegida desde el nacimiento para ser el futuro cuerpo en el que se prolongarán los días.<br /><br /><strong>Diciembre 08<br /></strong>La gente se me queda viendo en los Centros Comerciales. Caminé por Sabana Grande. Mi marcha empezó en la Plaza Brión de Chacaíto. Los niños me miraban como a un duende. Mi avance es un balanceo. En carnavales también me paseo por allí. Piensan que estoy disfrazada. En Caracas la gente no sabe disimular. En ninguna época ha sabido disimular. Ni siquiera en las festividades. En las temporadas altas la gente se vuelve más hipócrita. Te miran y cuando se siente el enjambre de ojos pellizcándole a uno la piel, se espantan con tan sólo otra mirada en respuesta, todas las retinas vuelven a lo suyo, sin importarle que un monstruo con uniforme de liceísta merodee lugares públicos. Hay países en los que quedarte mirando a alguien por más de cuatro segundos es una grave falta de respeto. Nadie, en el fondo, quiere ser foco de nadie. Ni siquiera a las personas que más cerca están de ti, las que te brindan consuelo, pues siempre terminan por darte la espalda o por que se las coman los gusanos. La eternidad de uno se acaba cuando es olvidado, y, por lo general, ocurre en vida y sorpresivamente.<br /><br /><strong>Diciembre 10</strong><br />En la panadería Los Primos me tratan como a una cliente más. Incluso, con cariño. Es un afecto heredado. Mi familia ha sido cliente de ellos por décadas. Me conocen desde chiquitica. Mi hermano, cuando me paseaba en coche por Coche, me exhibía como si yo fuese una pieza de circo. Hoy la pieza de circo no es la misma. Los testigos siguen siendo los mismos. En la Historia de la humanidad, el papel del testigo es el que más se ha repartido. En la Historia de la humanidad el 99.99999% de la población actúa de extra, sin importar que sea simultáneo o anacrónico a un hecho cualquiera registrado.<br /><br /><strong>Diciembre 11</strong><br />Hay lugares específicos donde la dignidad humana se pierde. Uno de ellos los avizoré ayer: En las jaulas de fenómenos de circo. La gran mayoría tienen su vitrina en la televisión. Sobre todo en esos programas donde la gente va a contar sus problemas. El otro día transmitían uno de siameses. Los hermanos iban a restregarle su miseria a la humanidad ante las cámaras. Lloraban y hablaban sobre sus contratiempos entre tajada y tajada de problemas que sólo les debe incumbir a ellos. Como si a la gente le importara cómo hacen para ir al baño. Sólo una mente enferma se interesaría por esos detalles tan íntimos. Así he vivido toda mi vida. Con tres piernas. Una más que la gente común. Respiro. Pienso. Camino. Quién es un humano para decir qué es normal y qué no. La última vez que fui de consultorios médicos, ingresé a un piso en el hospital que parecía un manicomio, no sé si llevada por una serie de casualidades concatenadas o por mi instinto de hurgar en dolores ajenos para sentirme un poco más en armonía. Me asomé al pasillo y, al fondo de éste, había un balcón. Allí estaban agrupados cinco o seis pacientes que miraban atentos al espectáculo de la calle. Pensé que, para ellos, la avenida y las aceras eran una forma de libertad, una libertad pavimentada en la que podían desplazarse y darse el lujo de resbalar cuando esos mundos horizontales compuestos de petróleo, arena y cemento se les hicieran insoportablemente comunes.<br /><br /><strong>Diciembre 13</strong><br />Mañana me tengo que despertar a las seis y media. La segunda cita con el psiquiatra. Le llevaré estas hojas que transcribo. Además de los medicamentos que me recetó, tenía que escribir un diario. Lo que me saliera. Poco a poco he destilado bolserías de cualquier tipo. Mañana, ya veremos, ya veremos. La impresora de mi casa se ha vaciado de tinta. Se desangró. El piso chamuscado de negro. Como si le hubieran metido un tiro a la libertad de los pacientes. El color de la sangre de las alucinaciones debe ser del color de nuestro petróleo.<br /><br /><strong>Diciembre 14</strong><br />Dormí la siesta. Una siesta prolongada. Por lo general, descanso de una a tres de la tarde. Esta vez dormí hasta las cinco. Recuperé horas de sueño. No he dormido bien en las últimas noches. Una semana para ser exactos. Cuando tu mundo es regido por estados de insomnio, el papel de testigo del fluir de la Historia se agudiza a tal punto que el vuelo azaroso de una mosca se equipara con una gesta napoleónica o con acumulaciones de mugre en mis uñas. Mi psiquiatra leyó atento lo que había escrito los días anteriores. Me recomendó regularidad. Que lo hiciese todos los días, aunque fuera una palabra. Una frase. La próxima semana iré de nuevo a visitarle. En su lectura, pude notar amagos de risa. Igual, no hubiese sido inoportuna en ningún modo. Hubiera relajado el ambiente impregnado de caoba y el lúgubre pavoso que da la acumulación de carpetas e historias clínicas. El aire a renuncia aleteaba y se iba a pique, aleteaba y se iba a pique.<br /><br /><strong>Diciembre 15</strong><br />Hoy contesté el teléfono. Fungió de reloj despertador. Era la tía de Fabiana. Mi compañera de clases. Al escuchar su voz, colgué. Tal vez escuchó mi respiración, mi aliento, en la desembocadura de su auricular, mi aliento aletear e irse a pique. Tal vez sintió el miedo. Un miedo que le corresponde a ella sentir. El terror y el suspenso son dos cosas muy distintas, y es normal que la gente común y corriente, que piensa común y corrientemente las confunda. Alfred Hitchcock lo define muy bien. El fin de semana lo vi en un documental que televisaban. El terror era una conversación y las palabras cayendo sobre una mesa, y debajo de la mesa, una bomba a punto de estallar y los testigos de la explosión saben lo que se viene, los dueños de las palabras no. La tía de Fabiana escuchó el latido de la explosión. Esas son las consecuencias de enseñarle a los sobrinos malas mañas.<br /><br /><strong>Diciembre 16</strong><br />Hoy me entretuve haciendo listas. Listas de todo tipo. De las canciones que más me gustaban. De la gente que conocía y la que me gustaría conocer. De mis dictadores favoritos, aunque esta última se me hizo fácil gracias a la cantidad de afiches de mi habitación. Pensé en que un día secuestraría Estocolmo y a todos los que se encargan de elegir los premios Nóbel. Su libertad a cambio de una categoría más. El premio Nóbel a la renuncia.<br /><br /><strong>Diciembre 17</strong><br />De los balcones de Bloque 5 brota nuestra bandera ladeada. Arrugada. Algunas con seis estrellas. Otras con cinco. Eso pasa cuando la Historia no se entreteje bien, se descosen los símbolos que fuera de ese azul o de ese amarillo, no significan nada. Si colocáramos otro escudo a la derecha de la franja amarilla de nuestra bandera, se pintaría un rostro triste, la comisura de una boca que hace puchero, esa alineación cóncava de nuestras estrellas cristianas de cinco puntas. Sólo somos capaces de ver con lo que nos protegemos, con nuestros escudos. Somos testigos absolutos cuando nuestro instinto de defensa es serio. Dos ojos a la bandera, dos escudos.<br /><br /><strong>Diciembre 18</strong><br />Nada. He existido<br /><br /><strong>Diciembre 19</strong><br />Renunciar a ciertas cosas vitales es un viaje amargo, es como ir de Maturín a Mérida lamiendo las axilas de un desconocido.<br /><br /><strong>Diciembre 20</strong><br />La rutina es una biopsia a la existencia. Con filmar sesenta minutos de una persona, puedes concebir el pasado y el porvenir de la persona filmada. Los gestos se convierten en un diagrama de la personalidad.<br /><br /><strong>Diciembre 21</strong><br />Definitivamente hay espectáculos de la vida en los que yo no formaré parte.<br /><br /><strong>Diciembre 22</strong><br />Ahora, quién es la testigo. A veces sueño que en un lugar de tres piernas no tengo ninguna. Quién mejor que yo para entender equilibrios. Mañana arrancaré afiches. Creo que los ídolos del rock me dan más fe. Mañana arrancaré estrellas. El diecisiete de diciembre el balcón del F-6 no se manchó con ninguna bandera.<br /><br /><strong>Diciembre 23</strong><br />Los pueblos del mundo sólo alcanzarán La Paz yendo a Bolivia.<br /><br /><strong>Diciembre 24<br /></strong>En enero me tocará ir a otra “Unidad Educativa”. Conocer nuevas personas. Nuevos rostros que me esquivarán la mirada cuando voltee a verlos. Nadie me sostendrá la mirada, como si estuviera hecha de plomo, de estaño, de zinc. Recuerdo la noche de navidad en que mi tía de Sucre me regaló unos patines. Mis padres, siempre reservados, se les olvidó el detalle por el que siempre fui conocida. Cómo nadie le habrá dicho antes.<br /><br /><strong>Diciembre 26</strong><br />Cuando cumpla la mayoría de edad podré decidir si cortar mi pierna o dejarla así para siempre. Los médicos dicen que la amputación puede traer efectos colaterales en mi sistema nervioso. Puede que con la amputación se desgarren tendones de las otras dos piernas. Lo más probable es que me corte la pierna izquierda. Es la menos riesgosa.<br /><br /><strong>Diciembre 29</strong><br />En mi nombre no parece el tiempo transcurrir. Balbuceo. Desconozco mi guarida. Alucino en formas fascistas. Me desahogo en este diario. Todo es una farsa. Hasta cuándo esa mala maña de los seres humanos de decidir qué es lo mejor para ti. La ausencia de miedo es el camino a la felicidad. Y desde pequeños nos enseñan a temerle a Dios. La vida es un círculo vicioso, no una línea recta en la que uno va renunciando a futuros posibles.<br /><br /><strong>Diciembre 31</strong><br />Feliz año. El dos de enero vuelvo al psiquiatra. El siete de enero regreso a clases. Ojalá y nadie se haga el gracioso. Esto de estar cambiando de plantel a otro me está aburriendo.<br /><br /><br /><a href="http://humario.blogspot.com/">http://humario.blogspot.com</a> </div><div align="justify"><br /></div>Los hermanos Changhttp://www.blogger.com/profile/11475336894792674755noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4318242013986317251.post-15983334722459054572007-10-07T17:40:00.000-07:002007-10-09T04:34:22.296-07:00Bálanopuntura invasiva<strong>Javier Miranda-Luque</strong><br /><br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjWD2d4E4M4SJtGJw-3_A8lFLtB2rVo4AHwQBYn0aGM0pGJSSj5TsRyvMY2Cyt1w8GEMZvlAYyEXZFveRr73uG5gebRjDdd9vORNJ5Bw73tNMa6QiH8jQUdigZpkCc5IP34HRcgFrxx9Ys/s1600-h/JMLdoctorchang.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5119298392772814738" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjWD2d4E4M4SJtGJw-3_A8lFLtB2rVo4AHwQBYn0aGM0pGJSSj5TsRyvMY2Cyt1w8GEMZvlAYyEXZFveRr73uG5gebRjDdd9vORNJ5Bw73tNMa6QiH8jQUdigZpkCc5IP34HRcgFrxx9Ys/s400/JMLdoctorchang.jpg" border="0" /></a> <div align="justify"></div><div align="justify"></div><div align="justify"></div><div align="justify"><br /><br />Relatábame reiteradamente mi abuela que mi padre, a quien mentaban “el chino” (y créanme que lo mentaban con asiduidad enfática), ostentaba unos evidentísmos rasgos asiáticos que yo heredé como único legado. Este par de oscuros ojos rasgados míos, dentro de este inescrutable rostro de tonalidad mostaza francesa, me ha servido para ganarme la vida ejerciendo los oficios más impensables que el vulgo vincula con “cosas chinas o de por allá”. Así he sido cocinero coreano, maestro de artes marciales indonesias, masajista japonés, gimnasta acrobático de continente ignoto, calígrafo pekinés y, ahora, desde hace ya varios años, soy conocido como —así consta en mi tarjeta de presentación y en mi página web— el <strong>“Doctor Shang Harvey Oswald Lee: bálanopunturista”</strong>.<br /><br />Esta ocurrencia se la debo directamente al ocio productivo que extraigo de internet. Jugando un partidito de Scrabble en línea, recurrí al diccionario de la RAE y allí encontré esta joyita incunable: “<a href="http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=balano">Bálano</a>: parte extrema o cabeza del miembro viril” (aunque también se lee la siguiente acepción subordinada: “crustáceo cirrópodo, sin pedúnculo, que vive fijo sobre las rocas, a veces en gran número”). Y debo decir que yo soy alérgico a pescados, moluscos y afines, así que deseché al cirrópodo malsonante y reflexioné en voz alta, con una tramposa pronunciación bufochinesca, elaborando una regla de tres simple:<br /><br />—Bálano es a “glande” como negocio “grande” es a équis.<br /><br />Y entonces decidí inventarme la “bálanopuntura” (terapia natural y ambulatoria donde la haya) e incurrir en su praxis profesional, debidamente certificada por un diploma chapucero manufacturado merced a fríjand, ilustréitor y el fotochopsuey que manejo cual chef de televisión postreromundista.<br /><br />En aras de la brevedad que escasea en estas fechas de hemorragias discursivas, les sumarizo que, gracias a mi sobredosis diaria de gingseng, pues atiendo por jornada a media docena de damas anorgásmicas que acuden a mi consultorio (ubicado en plena avenida principal de Santa Mónica, diagonal al Crema Paraíso), procurando el desestrés que mi bálanopuntura invasiva les proporciona. Mi prescripción facultativa recomienda, en la generalidad de los casos, una sesión semanal vitalicia o, si prefieren, per clímax seculorum. El único efecto colateral es la dependencia con el terapeuta (me encuentro patentando prótesis inclonables para uso doméstico y sus respectivas versiones portátiles inalámbricas).<br /><br /><br /><br /></div><div align="justify"></div><div align="justify"></div><div align="justify"><a href="http://ciber-sapiens.blogspot.com/">http://javiermirandaluque.blogspot.com<br /><br /></a></div>Los hermanos Changhttp://www.blogger.com/profile/11475336894792674755noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4318242013986317251.post-21498934580058404922007-10-07T17:35:00.000-07:002007-10-11T11:38:58.078-07:00Cuerpo en dos<strong>Adriana Bertorelli Párraga</strong><br /><br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgM5k8FisKLgyqlyC0-TzmJr_UX3s4rDwF2uT_KMb73dxpfOp2V1jdKpejtbNVrmnK6tsDYSCB66xIo_yHt1M56YjDvhblCqU-UFY_r-skTB2gFX1GMzM7y4rR14doiyCqujLF6ySvHxbA/s1600-h/ghost_enhanced_copy_1.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5120148568664156290" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgM5k8FisKLgyqlyC0-TzmJr_UX3s4rDwF2uT_KMb73dxpfOp2V1jdKpejtbNVrmnK6tsDYSCB66xIo_yHt1M56YjDvhblCqU-UFY_r-skTB2gFX1GMzM7y4rR14doiyCqujLF6ySvHxbA/s400/ghost_enhanced_copy_1.jpg" border="0" /></a><br />Soy yo<br />el depositario de ese cuerpo.<br />Soy quien respira<br />con la bomba de oxígeno.<br />El de la bata y las vísceras,<br />el del silencio ensordecedor<br />de un extremo a otro<br />de mi mismo.<br />Hablan de mí como si no estuviera,<br />hay bisturí<br />mucha incisión.<br />Un doctor corre<br />otro bombea<br />una enfermera cuenta.<br />Y ahora mi otra mitad<br />ya no tiene adonde regresar.Los hermanos Changhttp://www.blogger.com/profile/11475336894792674755noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4318242013986317251.post-79988959350187223602007-10-07T17:32:00.000-07:002007-10-09T08:02:36.090-07:00La Verdadera Historia del Niño-Tumor<strong>Carlos Zerpa</strong><br /><br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjRE15k8mDo6fE3LaTzxH-JXB91-8XiIYjY8WUKGhc7p9tjNnTTttjt8gnu0W4rqj2HPXqUXus0bGBcpivdZO0PH6T7KxFQjqdzXuXWCdFtfnrI8zDeo217JxAP-aE8Aa7CDxTu2Llz40U/s1600-h/madhouse.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5119352371921790994" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjRE15k8mDo6fE3LaTzxH-JXB91-8XiIYjY8WUKGhc7p9tjNnTTttjt8gnu0W4rqj2HPXqUXus0bGBcpivdZO0PH6T7KxFQjqdzXuXWCdFtfnrI8zDeo217JxAP-aE8Aa7CDxTu2Llz40U/s400/madhouse.jpg" border="0" /></a><br /><div><div align="justify"><br />En la clínica, a un hombre le sacaron de su vientre una gran bola de carne con pelos y con una nariz, una bola de carne del tamaño de una pelota de softball. (¡Ah!, entonces le pregunté al médico: ¿y los hombres también pueden tener teratomas?).<br /><br />Pero no se trataba del primer hombre embarazado y, por ende, de una cesárea; ni tampoco se trataba de una operación quirúrgica para la extracción de un tumor maligno, no… nada que ver con el cáncer: este hombre se estaba autoclonando… A otro hombre le comenzó a crecer una bola de carne en su espalda y él pensó que estaba engordando, o que le estaba creciendo una joroba, pero cuando los médicos lo auscultaron, descubrieron que un cuerpo extraño estaba creciendo dentro de él y procedieron a operarlo. Al sacarle la bola de carne, ya del tamaño de una pelota de basketball, procedieron rápidamente a examinarla y descubrieron que además de pelo, tenía una oreja y varios molares diseminados alrededor de ella. Al someterla a los Rayos X y a revisiones de tomografía axial computarizada, descubrieron dentro de la bola de carne, unas vértebras sueltas, un ojo, una lengua y un diminuto corazón inactivo.<br /><br />Pero estos no son los únicos casos que se conocen, ya que consultando con profesionales, médicos, doctores, científicos y estudiosos (¿The X Files?), se supo de numerosos casos de estas llamadas “autoclonaciones”, que no son niños siameses, ni gemelos que crecen dentro del cuerpo de su hermano en vez de crecer afuera… Se trata de extrañas mutaciones, de crecimientos desordenados de células, que se auto reproducen a capricho; cuerpos deformes, masas amorfas o formas de bolas de carne cual albóndigas.<br /><br />Se han encontrado dentro de los “cuerpos albergantes” bolas de carne con dos ojos o cíclopes, bolas con bocas dentadas, con orejas, y con dedos que tenían uñas; se encontraron lenguas con pelos, calaveras con masa encefálica y ojos, y hasta bolas de carne rojas sanguinolentas, con dos bracitos… uno de cada lado llenos de dientes y con largas cabelleras, a las cuales le dimos el nombre de “Niño-Tumor”.<br /><br />En la Ciudad de Agrigento al sur de Italia, una campesina gorda que pensaba estar embrazada de su séptimo hijo, fue llevada al Ospedale Victorio Buzzi en Milán, ya que había llegado al mes número 12 y aún no tenía dolores de parto ni dilatación, ni había roto fuentes. Al ser observada por los médicos especialistas, y después de hacerle un ecosonograma, la terrible verdad quedó al descubierto. Al instante fue llevada al pabellón quirúrgico para ser sometida a una operación de urgencia, para hacerle una cesárea. El resultado de dicha operación fue la extracción de una cabeza humana de su vientre, de tamaño natural, copia idéntica a la de la mujer campesina, que la llevaba dentro de sí. “Era como su propia cabeza decapitada, lo que sacamos de su vientre”, (dijo una enfermera partera), “era idéntica, pero con los ojos cerrados; era una cabeza copia fiel de la original”. Sin dudad, era una cabeza “autoclonada”… la historia que parece extraída de unos libros de ciencia ficción, puede ser corroborada, tan solo leyendo los historiales médicos de cualquier hospital en el mundo, o preguntándole a nuestro médico de cabecera, ya que estos casos secretos de “autoclonación” suceden alrededor del planeta y son de lo más comunes, aunque al resto del mundo nadie nos lo de a conocer.<br /><br />Si estas historias se filtran y se trasmiten a nosotros, ¿Qué no sucederá en verdad dentro de las clínicas, hospitales y laboratorios? ¿Qué no sucederá tras bastidores? ¿Crecimiento de niños con cabezas de animales? ¿Hombres pulpos? ¿Hombres insectos? ¿Niños arañas? ¿Mujeres bicéfalas? ¿Sirenas? ¿Hermafroditas? ¿Serpientes con cabezas humanas? ¿Hombres con dos penes? ¿Mujeres con vaginas en vez de bocas o bocas en vez de vaginas?<br /><br />Dado el hecho comprobado científicamente de la existencia de estos entes escapados de las clínicas y hospitales y que ahora habitan submundos, me pregunto: ¿Qué tipo de espíritus “encarnan” estos teratomas? ¿Son Ángeles o demonios?<br /><br />Sé que hay seres del lado oscuro, que están esperando impacientes por ocupar estos cuerpos “clonados” y darle aliento de vida con su alma a estas malformaciones, para así poder volver a la tierra, a cometer sus malas acciones. Buscan encarnarse para formar un ejercito y luego eliminar a los actuales ocupantes del mundo… invadir, conquistar, reemplazar, usurpar, erradicar, arrasar… e imponer por supremacía el reino de los deformes y amorfos, aquí en el planeta tierra.<br /><br />¡OH Dios! Tanta perversidad me da un poquito de susto.<br /><br /><a href="http://carloszerpa.blogspot.com/">http://carloszerpa.blogspot.com/</a> </div><div align="justify"> </div></div>Los hermanos Changhttp://www.blogger.com/profile/11475336894792674755noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4318242013986317251.post-82247764414734405582007-10-07T17:08:00.000-07:002007-10-07T17:28:41.264-07:00Las máquinas que hacen ping<strong>Fedosy Santaella</strong><br /><br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEitd9nypFg5ZsYViUioPBB5rFPRvO68P_icTwl6l68KPO4E8eErimpjRH5vqJZR3lXKRvECWQASuXrQ0EIPTsB0Jh2Qn83L0hOcLciwmWjQi9aNkRYQ98CA8NDCDK1lzemio7ErPIc6ero/s1600-h/golden+spiral.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5118755414417319682" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEitd9nypFg5ZsYViUioPBB5rFPRvO68P_icTwl6l68KPO4E8eErimpjRH5vqJZR3lXKRvECWQASuXrQ0EIPTsB0Jh2Qn83L0hOcLciwmWjQi9aNkRYQ98CA8NDCDK1lzemio7ErPIc6ero/s400/golden+spiral.jpg" border="0" /></a> <div align="right"><br /><br /><span style="font-size:85%;">“Ah, I see you have the machine that goes ping!”</span></div><div align="right"><span style="font-size:85%;"><br />Monty Python´s the meaning of life</span></div><div align="justify"><br /><br /><strong>1</strong></div><div align="justify"><br />No supimos cómo expresar nuestras emociones frente a la máquina; era lógico, estábamos frente a lo que en aquel momento considerábamos un prodigio único en el mundo. Algo sí era indudable: allí, fuera de la caja, rutilante en su metálico cuerpo, la máquina que hace ping era nuestro símbolo irrefutable, el escudo de armas de nuestra inteligencia.<br /><br />El Administrador se acercó a ella con delicadeza y la acarició con un gesto indeciso; al igual que todos, le era imposible identificar el extraño acontecer de su interior.<br /><br />-Esta máquina viene de una región helada; así que debemos aclimatar el salón antes de que comiencen las visitas –sentenció el Administrador, asumiendo el control de la situación y apelando a su avasallante sensatez.<br /><br />Por debajo de cero se estableció la temperatura del salón y, de inmediato, la máquina produjo su tan anhelado y característico sonido. Nos sentimos confiados, tranquilos y seguros: la máquina que hace ping estaba a gusto.<br /><br /><br /><br /><strong>10</strong><br /><br />Las direcciones más recónditas del planeta hallaron su norte ante la máquina. En sana paz, la muchedumbre tomaba sus números, y las filas de espera se articulaban serenas como un viejo ofidio de zoológico.<br /><br />En igualdad de condiciones y gracias al convenio del orden, a cada visitante se le otorgaba el goce supremo de estar en presencia de la máquina durante un minuto. El ritual y las experiencias eran similares: el visitante, reclinado en un cómodo diván, era tocado en la frente por el brazo o espada de punta roma de la máquina que, por supuesto, hacía su ping; del rostro del afortunado se desprendía la felicidad y del cuerpo un aura beatífica. La sensación duraba meses y los dones eran incontables.<br /><br /><br /><br /><strong>11</strong><br /><br />Afuera, se instaló el mercado de los altares, las ofrendas, las oraciones y el hacinamiento de las muletas y las sillas de ruedas ante la foto tamaño natural de la máquina. El pueblo llegó a conferirle poderes propios de una deidad pagana. Es comprensible, los predios de la ignorancia están plagados de dioses y santos de distinta ralea. Para nosotros, sólo importaba la reverencia silenciosa del visitante y la temperatura constante y necesaria, facilitadora del correcto funcionamiento de la portentosa consentida.<br /><br /><br /><br /><strong>100</strong><br /><br />Romero se apellidaba el investigador ilustre. Estudió a profundidad los cabalísticos manuales de uso y descubrió que la máquina que hace ping curaba la locura. Para demostrarlo, trajo a cincuenta enajenados del Asilo de Los Teques y al Presidente de la República (no, él no era otro loco, sino el invitado de honor). Una vez comprobado el caos mental de los orates (preferían el desnudo, bebían sus orines, hablaban de flores y comían excremento), el ilustre Romero los colocó uno a uno ante la espada roma de la máquina. Aunque no lo percibimos (porque no estábamos ni estamos locos), sabíamos que el ping era diferente, con unos decibeles adecuados para la cura de los enajenados, según aseguró el investigador. Luego, los locos fueron llevados de vuelta al asilo; necesitaban reposo y observación, precauciones de rigor en un procedimiento tan de avanzada.<br /><br />Al cabo de unas semanas, el ilustre Romero llevó a los cincuenta locos que habían sanado a la Casa Presidencial. Lucían diferentes, parecían otros; estaban bañados, afeitados, preferían las ropas al desnudo, bebían whisky en lugar de orine, hablaban de política en vez de flores y degustaban sushi y sashimi, ajenos del todo a la coprofagia. Resultaron tan cuerdos e inteligentes, que el Presidente decretó que los cincuenta pasaran a formar parte del gobierno en distintos puestos de embajadas y nuevos ministerios. El ilustre Romero fue nombrado Primer Ministro.<br /><br /><br /><br /><strong>101</strong><br /><br />Un día, se presentó un joven que parecía estudiante y que resultó ser un aspirante a poeta, o peor, un mal poeta. Inocentes, ajenos a toda malicia, lo vimos sacar un papelito arrugado. Alisó sus pliegues con patética reverencia mientras afinaba la garganta. No teníamos idea de que iba a leerle un poema (un mal poema) a la máquina que hace ping. Aún nos cabalga su lamentable lectura en nuestra memoria perspicua.<br /><br /></div><blockquote>Anoche te soñé<br />tomando sol en los jardines.<br /><br />Reposabas serena en el lecho de la tierra<br />mientras los bichos incitaban el cortocircuito<br />de tu binaria existencia.<br /><br />Tu hojalata se hizo madera<br />tu espada roma<br />mil ramas vivas<br />y tus estáticos chips<br />incontables hojas bañadas de rocío.<br /><br />Anoche soñé tu sueño<br />infalible máquina mía.</blockquote><div align="justify"><br />No sabemos si el deleznable bardo había concluido; no nos interesará jamás darnos por enterados. Seguridad lo arrastró lejos del sitio antes de que dijera cualquier otra horrible tontería.<br /><br /><br /><br /><strong>110</strong><br /><br />La decadencia comenzó unas semanas más tarde. Culpamos de ello al poetastro; no existe otra explicación.<br /><br />Al mediodía, la máquina que hace ping cesó su actividad. Nos sobrecogió un horror casi cósmico hasta que, cinco minutos más tarde y ante un técnico de cuero cabelludo masacrado por sus dedos impotentes, la máquina inició sus actividades con normalidad. El técnico, cabellos en la mano y piel en las uñas, no supo darnos respuesta.<br /><br />El alivio fue un sueño fugaz. La máquina se volvió a apagar al día siguiente, a la misma hora y durante cinco minutos. Llamamos a un especialista. Desde una región gélida, arribó un ingeniero de mirada metálica. Luego de un par de minutos con un estetoscopio sobre las dormidas entrañas, su boca impávida como una navaja de hielo, dictaminó:<br /><br />-La máquina dice que se dará un reposo diario de cinco minutos, que no es mucho, pero que no lo pide como favor, sino como una imposición.<br /><br />No quedó más remedio. ¡Maldito barducho que le vino a leer mala poesía y alborotarle los integrados con ideas raras!<br /><br /><br /><br /><strong>111</strong><br /><br />El Administrador supo que la competencia había comprado una máquina que hace ping. Ahora eran dos en el país, dos máquinas que hacían ping. Los peregrinos dividieron sus visitas y sus corazones. Afuera hubo dos cultos.<br /><br />Como es usual, nuestro Administrador tuvo una gran idea: compró otro artefacto que hace ping y lo colocó junto a nuestra primera máquina. El éxito de la operación fue demoledor. La competencia, incapaz de financiar otras máquinas tan costosas, vio cómo mermaba el número de sus visitantes. En nuestro salón, la cita seguía siendo de un minuto, pero ahora frente a dos máquinas; la oferta era, sin duda, más atractiva. De plusvalía y como por arte de magia, nuestra máquina original dejó de reposar los cinco minutos que nos había impuesto. Estaba acelerada, exultante, y parecía brillar más que el aparato nuevo.<br /><br />-Ahora sí se acabaron los sindicalismos –dijo el Administrador satisfecho.<br /><br />Y nuestras dos máquinas hacían ping al unísono, y todos estábamos contentos.<br /><br /><br /><br /><strong>1000</strong><br /><br />Pasaron meses. Una noche, la primigenia máquina que hace ping comenzó a sacudirse y a emitir un sonido diferente al ping de costumbre. Era como un lamento, como una respiración entrecortada, rápida y seguida de quejidos lastimeros, como si algo le doliera. Aquello duró unas diez horas y, al amanecer, de una ranura en el centro de nuestra máquina primera, surgió una maquinita engrasada y generadora de un sonido delicado y tierno. Nos sobrecogió la náusea; aquellas máquinas habían caído en la abominación de imitar la vida humana.<br /><br />Al borde del desmayo, vimos cómo el nuevo artefacto de hacer ping pasó su respectiva espada roma o brazo por delante del cuerpo de la agotada máquina y protegió a su vástago recién nacido. Allí permanecieron, abrazados.<br /><br />Ese día, no dejamos entrar a nadie.<br /><br /><br /><br /><strong>1001</strong><br /><br />Los visitantes preguntaban qué estaba ocurriendo, exigían que los dejaran pasar. Temimos una poblada; pero el Administrador, siempre tan hábil, hizo sus averiguaciones de mercado y luego de negociar con el Primer Ministro Romero y los cincuenta funcionarios comedores de sushi y sashimi, consiguió los permisos para traer una máquina nueva en tiempo récord.<br /><br />Apenas la tuvimos en nuestra zona de descarga, se les informó a los visitantes que había una máquina nueva en el salón vecino. Como un ágil lagarto, la fila cimbreó sus ansias de novedad y no dejó rastro frente a las puertas del antiguo salón.<br />Viendo el éxito absoluto de su estratagema y libre de toda obligación contractual, el Administrador despidió a las dos máquinas anteriores. No había otra salida; no querían trabajar y sólo se ocupaban de su inquieta maquinita.<br /><br />Las tres fueron llevadas al patio trasero, que no es precisamente un cuidado jardín. Allí, entre el gamelote crecido, las máquinas que hacen ping tomaban sol y contemplaban a su cría correteando entre las gramíneas salvajes. A nuestras mentes, acudieron las palabras del bardo despreciable.<br /><br /></div><blockquote>Anoche te soñé<br />tomando sol en los jardines…</blockquote><div align="justify"><br /><br /><strong>1010</strong><br /><br />Una tarde, Seguridad reportó que las tres máquinas habían trepado la pared y pasado al otro lado. Nadie recriminó la impericia de los guardias; la huida de la familia fue un alivio.<br /><br />Ahora, ellas nos mandan fotografías desde lugares codiciables, acompañadas de notas amistosas que pretenden borrar su descaro y su traición; no descartamos el sarcasmo de aquellos mensajes. Una vez, hasta nos remitieron una estampa en compañía del fatídico barducho. Se les veía a la sombra de algún ventorrillo con el mar caribe al fondo; las máquinas simulando una falsa alegría humana y el barducho una triste sonrisa de triunfo. La nota decía: “Con cariño, la familia feliz”.<br />Allá ellos. Algún día pagarán por sus aberraciones.<br /><br />Por nuestra parte, estamos más que satisfechos; la nueva máquina es mejor, de un diseño futurista, precioso e inigualable. Vino, además, con una garantía de veinte años que da fe de su absoluta infertilidad. Y ni hablar de su sonido espacial e inspirador; un zumbido intermitente, elegante, como de aire acondicionado, nada comparado a la campanilla medieval y rústica de las chatarras que hacen ping.<br /><br /><br /><span style="font-size:85%;">(Del libro <em>Postales sub sole</em>. De la A la Z ediciones. Caracas. 2006.)<br /></span><br /><br /><a href="http://www.fedosysantaella.blogspot.com/">http://www.fedosysantaella.blogspot.com</a></div>Los hermanos Changhttp://www.blogger.com/profile/11475336894792674755noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-4318242013986317251.post-28360305703235477402007-10-07T17:03:00.000-07:002007-10-09T07:58:20.672-07:00Falsa alarma<strong>Celeste Deep</strong><br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgvmHvW-P1YBlY8bQLt0JDqqlk1zX7cQSjAp5RsCCyJAQ2I1ELpSkZOUZDraGVmbARnemZn5riI3iX9RkKtBArlUyUJ97fPrm9j4qlYB9Clg-VavN3TrE0eW6JyccLNfxzkNplEywdnWFc/s1600-h/mariposas+en+radiografia.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5119351332539705346" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgvmHvW-P1YBlY8bQLt0JDqqlk1zX7cQSjAp5RsCCyJAQ2I1ELpSkZOUZDraGVmbARnemZn5riI3iX9RkKtBArlUyUJ97fPrm9j4qlYB9Clg-VavN3TrE0eW6JyccLNfxzkNplEywdnWFc/s400/mariposas+en+radiografia.jpg" border="0" /></a><br /><div><div align="justify"><br />Vulgarmente entreabiertos, despiadados y amenazantes, aquello podrían significar un sí rotundo o un no para siempre. Quizás era sólo la antesala a una evasiva, quizás era sólo un gesto inconsciente y automático, quizás nada iba a decir o a hacer, pero para quien espera salvar la vida o morir en una respuesta, era implacable el instante entre la posibilidad infinita y la realidad de facto que podía desvelar ese telón que se levantaba tan inhumanamente despacio.<br /><br />Todo se hizo un carrusel. Dio vueltas el mundo y giró y giró su vida. El piso se movía y no podía contener los efectos de aquel mar de fondo. El temblor de su mano era incontrolable y no podía encontrarse el pecho, ni se sentía respirar. El mareo que le causaba aquel aliento contenido y la sensación de perder el sentido en cualquier momento, lo hacían tambalear, clamando por el desenlace de aquel acto de labios que le había provocado tantas noches enteras de ensayos para besar.<br /><br />Aquella sensación era infinita, intensa y demoledora. Entre el mareo y las náuseas, trataba de espantar las mismas bandadas de mariposas y pájaros oscuros que se batían en su pecho esperándola y que ahora le atacaban provocándole desfallecer.<br /><br />Y a las náuseas y el mareo, a la falta de aliento y al temblor, se le unieron cosquilleos, hormigueos, escalofríos... La impresión de desvanecerse, de cerrar los ojos e irse. Vacilante, tanteó su pecho sin hallarlo donde lo había dejado mientras oraba para su propio dios: <em>“Dilo pronto o no lo digas, ahora o nunca jamás, pero ¡hazlo ya! ¿No ves que me estás matando?”<br /></em><br />Y entre las paredes inflamadas que dibujaban llamaradas en sus ojos y un diluvio incontenible que bañaba todo su ser, sentía que algo en él crecía hasta hacerse inabarcable e impedirle respirar. Era el mismo, aquél que la esperaba silencioso cada día, cada tarde, clandestinamente. Se hacía más grande sentía que le saldría disparado buscando esa boca, disparado buscando sus pechos, disparado buscando un lugar más amplio para poder seguir latiendo con sus alas de colibrí. Y de crecer y expandirse sin remedio, lastimaba, punzaba y dolía… El espacio que tenía, el claustro donde habitaba, el reducto en el que solía pasearse en tranquila soledad, se le hizo pequeño para doler y el dolor no le bastaba ¡Necesitaba doler más aún! Así, invadió territorios impensados de su cuerpo; su cuerpo que comenzó a quedarle apretado y no le alcanzaba ya. Estallaba en mil demonios encendiéndole y envolviéndole en urgencias las extremidades por las que buscaba escapar.<br /><br />¡La mitad se le moría! ¡La dejaba de sentir! ¡Se desplomaba! Se hundía en un letargo oscuro que no podía salvar. Se sostenía del cada vez más minúsculo resquicio de aire y perdía las fuerzas mientras se lo tragaba la negrura. En lo que quedaba de luz, lejos ya, muy lejos, sentía aquellos labios abandonándolo en la lucha por retenerlos.<br /><br />Ahora su boca crujía con cada palabra que trataba de articular. Trataba de humedecer y levantar la lengua plomiza y amarga que le obstruía y saboteaba el habla desobedeciendo su voluntad. Los ojos se defendían cubriéndose tras cerrojos de las cuchilladas de luz que recibía haciendo esfuerzos por volverla a mirar. Respiraba jadeante y escuchaba entre la sordina de su cabeza y el rumor de la conciencia lejana, ruidos que no podía distinguir ¡Ella no estaba a su lado, pero nunca había estado más cerca! Se sentía el hombre más afortunado del mundo y ahora tan solo buscaba en las arenas desérticas y agrestes de sus entrañas resecas, las palabras adecuadas para explicarle al tipo ese que le metía mano por todos lados y trataba de electrocutarlo, que estaba equivocado… que aquello no era ningún infarto. Tan sólo le habían besado hasta el corazón.<br /><br /><a href="http://celesteadiario.blogspot.com/">http://celesteadiario.blogspot.com/</a> </div><div align="justify"> </div><div align="justify"> </div></div>Los hermanos Changhttp://www.blogger.com/profile/11475336894792674755noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4318242013986317251.post-42271675323862667262007-10-07T16:30:00.000-07:002007-10-14T04:51:46.626-07:00Pequeñas pero grandes lecturas de Consultorio<strong>Carlos A. Medina</strong><br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgmCCfMzYSK3mG9SxwEisBe8kiNeJLx9xmKSvlU4TL5E2VaqfEHktOCPlxyAgUXvEEWh5cSjF7yjVLKVgi2Ka-PaGj4-m3LbEVLwQyfmVhhc3vXvK8HsA6u7cShPYCLYr7p9LmVjC4s9lI/s1600-h/vestibulo.bmp"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5121158465799301378" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgmCCfMzYSK3mG9SxwEisBe8kiNeJLx9xmKSvlU4TL5E2VaqfEHktOCPlxyAgUXvEEWh5cSjF7yjVLKVgi2Ka-PaGj4-m3LbEVLwQyfmVhhc3vXvK8HsA6u7cShPYCLYr7p9LmVjC4s9lI/s400/vestibulo.bmp" border="0" /></a> <div align="justify"><br /><br />Estoy sentado en la tercera parte de un bello sofá de cuero color crema. Tengo una persona por delante antes de entrar a la cita con la Doctora Morrini. Temo por lo que me vaya a decir acerca de estas molestias estomacales que me tienen sufriendo desde anteayer. Tomo una vieja revista y quedo anclado en su sección de Correos:<br /><br />Soy una antigua lectora de su revista, por lo que siento me estoy dirigiendo a unos apreciados amigos a quien solicito, por favor, que en un futuro realicen un número especial sobre los niños que transpiran en abundancia y tienen accesos de mal genio. Me es necesaria esta información porque tengo un hijo de 12 años de edad que cuando regresa de la escuela, todo sudado, le cae a patadas al perro. Atentamente,<br /><strong>Luz Aida Ruiz<br />Miami, FL, EE.UU.</strong><br /><br />Los felicito por su revista LOS HERMANOS CHANG. Tengo 35 años de leerla. Lo que más me gusta es “Conspirando desde la indigencia”, la novela por entrega de Joaquín Ortega. Claro está que al final leo todo su contenido: desde las publicidades de la Baptist Health Systems de Chirimena, hasta los tips de dietas de Fedosy, puesto que soy gorda.<br /><strong>Liliam Martínez<br />Cuernavaca, México.</strong><br /><br />En la edición No. 23, artículo “El controversial cambio de Diego Rísquez”, el Dr. Brad Herman, del Miami Plastic Surgery, habla de los implantes salinos en los senos a través de pequeños cortes en las axilas que el afamado cineasta se practicó en meses pasados, y me gustaría saber si esta cirugía se realiza en Guatemala.<br /><strong>Ángeles Tamazo<br />Gualán, Guatemala.</strong><br /><br />Quiero felicitarlos por su maravillosa revista, y deseo por medio de ustedes información sobre los productos de maquillaje Mary Kay, puesto que mi esposo es fanático de Ava Gardner y quiere parecerse mucho a ella.<br /><strong>Nubia Molina<br />Medellín, Colombia.</strong><br /><br />Adoro LOS HERMANOS CHANG y nunca he dejado de leerla. Me gustan los temas sobre viajes, y le pediría a Roberto Echeto que editara un libro con experiencias y recomendaciones de las partes del mundo que ha visitado. ¡Quedé estupefacta con sus cuitas sobre Madrid! Pero el objeto de esta carta es solicitarles la receta de Torta de Naranja China. Mil gracias por su atención.<br /><strong>Alicia de Martínez<br />Cali, Colombia</strong><br /><br />Soy adicta a su revista LOS HERMANOS CHANG. Llevo muchos años leyéndola sin perderme ninguna. Es sensacional. Me encantó la No. 21 del Año 39, que ha llenado mis expectativas. Como por ejemplo, el tan esperado artículo en el que analizan a Norkys Batista bajo la mirada de Marcuse, titulado “Una Mujer Unidimensional”. También me gustó el de turismo en Las Vegas escrito por Enrique Enríquez, ya que me gané un pasaje a esa ciudad y me orientó mucho, y más aún, el de la receta para rebajar de peso de la Sopa de Repollo. Gracias anticipadamente,<br /><strong>Susana E. Preuss<br />Tonosí, Panamá</strong><br /><br />Mis más sinceras felicitaciones por ese hermoso reportaje acerca de Gustavo Aguado. Me encanta LOS HERMANOS CHANG, la espero con ansias cada mes y la devoro E-N-T-E-R-I-T-A. Me fascina además la novela del Señor Centeno; esa que habla de una casa y un dragón. Buena literatura rosa. Sigan adelante.<br /><strong>Ramiro E. Aguirre<br />Mayer, AZ, EE.UU</strong><br /><br />Una dulce voz quebranta el imperioso silencio del consultorio:<br /><br />-Señor Medina, ya puede pasar.<br /><br /></div>Los hermanos Changhttp://www.blogger.com/profile/11475336894792674755noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4318242013986317251.post-13732264226366278032007-10-07T16:27:00.000-07:002007-10-16T18:17:15.559-07:00Exámenes de rutina<strong>Juan Zamora</strong><br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEid0vvBLeuvGtjqTVwxms9nBG3G_fYHbXrcfLeWC6mmp07NwiMh9GHi-iKefiMrd6nfntNe1Cj4uJund4DszyrvxagYcoHCxRyETdoCtbXIOOJMczk85My2T8_TDSGEcundK6c84VFbZIg/s1600-h/prostata.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5122108353651386642" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEid0vvBLeuvGtjqTVwxms9nBG3G_fYHbXrcfLeWC6mmp07NwiMh9GHi-iKefiMrd6nfntNe1Cj4uJund4DszyrvxagYcoHCxRyETdoCtbXIOOJMczk85My2T8_TDSGEcundK6c84VFbZIg/s400/prostata.jpg" border="0" /></a><br /><div align="justify"><br /><br />Hace veinte años atrás, qué me iba a estar preocupando yo por exámenes médicos de rutina, de esos a los que debe someterse cualquier hombre interesado en mantener una buena salud, si mi edad no llegaba aún al límite en el que debe uno ocuparse de tales menesteres.<br /><br />Hoy en día, las cosas han cambiado. Llegué a los cuarenta y, las revistas de salud, los médicos, artículos de prensa, publicidad y afines, indican que tienes que comenzar a cuidarte.<br /><br />Bajo esta premisa, debido al tiempo transcurrido y aunado todo esto a la oferta que hacía la empresa en donde trabajo de una revisión médica gratuita a través del seguro, no me quedó otra que solicitar mi cita para visitar al doctor.<br /><br />Todo avanzaba muy bien y sin complicaciones. Un poquito de sangre, una pequeña porción de heces, un chorrito de orina (tranquilos, no es una receta de cocina). Una foto de los huesos, sonría, ahora pase por acá, abra la boca, saque la lengua, inhale, exhale, cierre la boca, ¡meta la lengua antes, caramba!<br /><br />Todo en orden. Peso no muy acorde con la estatura, pero bueno, nada de qué preocuparse hombre, eso pasa.<br /><br />Cuando estaba presto a cerrar mi camisa, ponerme la corbata y tomar la chaqueta para irme, el galeno me convidó a sentarme.<br /><br />-Calma amigo, que no hemos terminado.<br /><br />-Ah, eso pensaba.<br /><br />-Pues, fíjese que no. A ver, cuénteme, qué sabe usted del examen de próstata.<br /><br />-Yo creo que ese día estaba enfermo y no pude ir a presentar, así que si ese carajo no lo entregó, o se lo copio, o no lo hizo, la verdad es que no tuve nada que ver.<br /><br />-Me refiero a la prueba de Despistaje de Hiperplasia Prostática.<br /><br />-Yo creía que me estaba hablando del maracucho que estudió conmigo. Bueno, eso que suena tan feo, me parece que es algo que le da a los viejitos, ¿no es así?<br /><br />-No, querido amigo, ningún viejito. Estamos hablando de una glándula que poseemos todos los mamíferos machos, muy machos, y que se encuentra en la base de la vejiga, alrededor de la uretra. Muy cerca del ano y los testículos, para que se dé una idea. Esa glándula, después de cierta edad, hay que revisarla para descartar alguna anomalía y prevenir molestias futuras, como por ejemplo un cáncer.<br /><br />-Eso último no sería una molestia sino una tragedia. Bueno, ¿y qué hay que hacer?<br /><br />-Es muy sencillo, en las pruebas de laboratorio de su sangre, incluí una evaluación que se llama “Análisis de Antígeno Prostático”.<br /><br />-Ah, qué bien, entonces eso es todo.<br /><br />-No, ahora mismo lo estoy remitiendo al urólogo. Él será quien lo revise.<br /><br />-Al análisis.<br /><br />-Y a usted.<br /><br />-¿QUÉ? Un momento. Exactamente, ¿qué es lo que va a revisar?<br /><br />-Su próstata.<br /><br />-¿Allá abajo?<br /><br />-Sí.<br /><br />-¿Y más o menos por dónde se le llega?<br /><br />-Por detrás.<br /><br />-De quién.<br /><br />-Suyo.<br /><br />-¡Ay, Dios!<br /><br />-Pero tranquilo, eso dura apenas escasos minutos.<br /><br />-Sí, doctor, pero ¿usted no dice que eso de la próstata es de mamíferos machos, muy machos?<br /><br />-¡Ajá!<br /><br />-¿Y entonces? ¿Cómo pretende usted que me deje atacar por la retaguardia?<br /><br />-Ya le dije que es muy sencillo y rápido, de seguro usted ni se dará cuenta. Además, es por su bien. Recuerde lo que le mencioné acerca del cáncer. Y si no me cree, tenga, lea estos obituarios:<br /><br />“Ha fallecido cristianamente, víctima de un Cáncer de Próstata, nuestro amado Fulgencio (si tan sólo se hubiese dejado “jorungar” a tiempo).”<br /><br />“El ejército nacional cumple con el penoso deber de participar el fallecimiento del General Ko Jones. Elevamos una plegaria por el descanso eterno de su alma y el de su próstata...”.<br /><br />Si me lo hubiesen dicho hace veinte años, habría contestado: “¡Qué! No caballero, eso no será conmigo. ¡Nunca! ¡Jamás! Y si la cuestión se torna en extremo necesaria, el avance de aquí, hasta que me toque, debería ser tal que ni mi cremallera se tendrá que mover de lugar, la vaina seguro no pasará de una revisión con rayos “X” o, en el peor de los casos, una “pinchadita” para sacar una ínfima porción de sangre y analizarla”.<br />Pues, les cuento que en esta ocasión, yo fui más rápido que la ciencia y, llegué a los cuarenta mucho antes de que se desarrollara una técnica poco invasiva y lo bastante pudorosa como para no tener que someter al escarnio público, mis partes íntimas (mucho menos el culo).<br /><br />Aquí, un mensaje institucional: Como muchos otros tipos de cáncer, el diagnóstico a tiempo es el mejor aliado para enfrentarlo. De manera que, pasados los treinta y cinco años aproximadamente, todo hombre debería prestar mayor atención a sus “partes”, a ver si se consiguen extrañas formaciones, cosas fuera de lugar, qué sé yo.<br /><br />Por supuesto, la cosa no es simplemente toquetearse (eso sí, responsablemente, sin desviar la atención hombre, que no es un conteo de espermatozoides), sumado a esto, hay que considerar someterse al consabido examen de despistaje de HPB (Hiperplasia Prostática Benigna).<br /><br />Una vez convencido y resignado a mi triste y terrible realidad, tomé la orden que me extendió el doctor y me fui al consultorio del urólogo. “No hay avance, la cosa sigue haciéndose como otrora”, pensaba mientras caminaba con la cabeza gacha y mis pies ofreciendo cada vez más resistencia al piso.<br /><br />-Si es usted tan amable, pase por acá y siéntese a esperar al Doctor Rosendo Blanco.<br /><br />-Pe, pe, pero, señorita, eh, disculpe. ¿No hay que esperar los resultados del análisis de antígeno prostático, para que el doctor los revise, me diga que todo está bien y, listo, este negrito se va para su casa?<br /><br />-No amiguito. Eso no es así. Ciertamente el doctor tendrá que revisar los resultados del examen, pero eso será para confirmar lo que arroje el “tacto”.<br /><br />-¿Tacto? Tocar, palpar, explorar con las yemas de los dedos, ¿dedos? Señorita, ¿no podemos dejarlo hasta el examen de sangre? Sí, yo sé que lo otro también se hace, ya el otro doctor me lo dijo, pero es que pensé que no era necesario, de verdad, ¿no hay otra que se pueda hacer?, ¿podríamos llegar a un acuerdo?, tengo algo de dinero guardado…<br /><br />-Mi querido amigo, por favor, relájese. Entre a esa habitación, quítese la ropa y póngase la bata verde de papel que encontrará encima de la camilla. El doctor Rosendo ya está por llegar.<br /><br />O sea, que lo de “la entrada por la puerta de atrás” sí iba. Sí señores, así mismo. Había ido rogando no tener que pasar por tan incómodo trance. “¡Un milagro!”, decía yo.<br /><br />Salí a tomar un poco de aire. Frente al ascensor, las puertas se abrieron y la ascensorista gritaba, “¡entrando!”. ¡Ay mi madre!, de eso se trataba<br /><br />Regresé al consultorio caminando cada vez más despacio y repitiéndome incesantemente el nombre del doctor, “Rosendo, Rosendo, Rosendo...”. Ese nombre no podía ser de gente delicada, con normales dimensiones, no qué va. El tal Rosendo tenía que ser un carajo bien ordinario y, con el complemento del apellido: “Blanco”, de seguro se trataba de un negro de dos metros de alto por tres de ancho y con dedos del tamaño de un cambur.<br /><br />Los minutos pasaban, y mi ansiedad crecía. Estaba cerca el momento en que un hombre se demuestra a sí mismo qué tan macho es. Un congénere “registrando” tu intimidad, y tú allí, incólume, consciente de que es por tu bien; relajado.<br /><br />Esa última palabrita, de verdad que no me cuadraba para nada, ¿cómo que relajado?, ¿cómo?, si me iban a masajear la hombría, ¡por Dios!<br /><br />Eso de relajado, me recordaba una charla sobre seguridad personal, en la que el exponente, dirigiéndose más específicamente a las féminas presentes, les decía que ante una posible violación, debían tratar de permanecer calmadas y “relajarse” un poco. Una de mis compañeras tenía su propia versión, “relajarse y disfrutar”. Esto hacía que la situación, fuese más difícil para mí. Cada vez que alguien me decía “relájese”, yo lo asociaba con aquella charla. Sólo pedía que no me lo dijeran más, y por sobre todas las cosas, que el mismo doctor no utilizara ese verbo.<br /><br />Cuando llegó el doctor yo estaba más tenso que las cuerdas de un violín. La enfermera me indicó que pasara, pero al darse cuenta de que no me había cambiado todavía, utilizó la palabreja esa: “Relájese”. Ya no había vuelta atrás. Bueno, en realidad a eso iba. Entrando al consultorio me encontré de frente con una camilla de esas que utilizan los ginecólogos. ¡Madre Santa! Y el médico, poniéndose los guantes y pidiendo la vaselina.<br /><br />Dándoselas de graciosa, la enfermera le dijo al doctor: “El pavo está listo para el relleno”. Yo no me reí; para nada, no le encontré el chiste. Ya recostado en la camilla, me di cuenta de que Rosendo era tal cual me lo esperaba. Lo primero que me dijo fue: “Relájese”, y yo, en un acto de rebeldía, apreté con fuerza mis esfínteres.<br /><br />La enfermera se colocó en la cabecera de la camilla y comenzó a acariciarme el cabello con ternura. El doctor empezó a contarme la historia de unos animalitos que andaban por el bosque, buscando una cueva en donde ocultarse de los malvados cazadores.<br /><br />En eso estábamos cuando de pronto, mis censores anunciaron la presencia de un cuerpo extraño en mi sistema, la enfermera dejó de acariciarme, y el doctor, con cara de payaso pelirrojo que vende hamburguesas, dio fin a su historia declarando que ya los animalitos habían conseguido su cuevita.<br /><br />“Puede estar tranquilo caballero, todo en orden, el examen fue todo un éxito; siga tranquilo, de seguro el resultado del análisis del antígeno prostático confirmará que todo está bien; así que, nos vemos el año entrante.”<br /><br />El año “entrante”, qué chiste. Graciosito el doctor. Ese día recordé aquellos tiempos lejanos, en los que mi madre me embadurnaba de crema la colita para evitar la pañalitis.<br /><br />Superado el trance y pasados ya varios días desde aquel angustioso momento, siento que cumplí conmigo mismo. Sí, estudiando el caso, observo que no sólo se trató de mi salud; no, también logré confirmar mi hombría, sí señor. Ahora puedo decir que por unos instantes, sólo por unos brevísimos instantes, estuve “del otro lado de la laguna” y, me regresé. Me regresé porque no me gustó. Soy un mamífero macho, muy macho. Y tengo pruebas de ello.<br /><br /><br /><a href="http://lemuriosidades.blogspot.com/">http://lemuriosidades.blogspot.com/</a> </div>Los hermanos Changhttp://www.blogger.com/profile/11475336894792674755noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4318242013986317251.post-82281574173329295702007-10-07T16:00:00.000-07:002007-10-10T09:45:46.158-07:00Talleres de Santa Palabra<em></em><br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgyRm8xo18lwYAmdiwzY5R75dRtrzOkn4bcJFXTVkPp95ZnpP5Q8tuMcXPlpsekdU04pAkuUQmQLz_tBa33lulagIc_98SmbjCJ8saESDNLdMuH9j58hBmgqMHTpXdA94ZNCnAjMZN39Qg/s1600-h/wound_healing93.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5119749652101703762" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgyRm8xo18lwYAmdiwzY5R75dRtrzOkn4bcJFXTVkPp95ZnpP5Q8tuMcXPlpsekdU04pAkuUQmQLz_tBa33lulagIc_98SmbjCJ8saESDNLdMuH9j58hBmgqMHTpXdA94ZNCnAjMZN39Qg/s400/wound_healing93.jpg" border="0" /></a><br /><div></div><br /><div align="center"><br /><span style="font-size:180%;">Inscripciones abiertas</span></div><br /><div align="justify"><br /><br />A partir del lunes 22 de octubre <strong>Santa Palabra</strong> inicia sus actividades académicas con una variada oferta de cursos dictados por reconocidas figuras de la literatura venezolana actual. Poesía, cuento y novela serán algunos de los géneros abordados en estos talleres permanentes; al finalizar la temporada, se editará una antología de los trabajos desarrollados por los participantes.<br /><br />Bajo la dirección de la escritora María Celina Núñez, <strong>Santa Palabra</strong> inicia sus actividades académicas ofreciendo cuatro talleres permanentes dedicados a diferentes modalidades literarias. La temporada comienza el lunes 22 de octubre con el <strong>Taller de cuento</strong>, dictado por la propia Núñez; alternando la lectura de cuentos de autores conocidos y de los propios participantes, este taller busca develar las diversas técnicas de escritura, tocando temas como la estructura, narrador, argumento y personajes.<br /><br />El martes 23 continúa el <strong>Taller de poesía</strong>, también dictado por María Celina Núñez. ¿Qué es un poema? ¿Cómo se lee un poema? ¿Cómo se escribe un poema? Éstas y otras interrogantes serán despejadas a través de herramientas como la lectura y escritura, adentrando a los participantes en los enigmas propios de cada autor leído y de cada texto escrito por ellos mismos.<br /><br />En <strong>Lectura literaria</strong>, facilitado por Ricardo Waale, se estudiará el espacio, tiempo y libre albedrío vs. dogmatización para explorar el asunto literario en el cuento, la novela y la poesía a partir del miércoles 24. A manera de tertulias entre participantes y docente, se pretende responder diferentes inquietudes literarias, desde el punto de vista del lector y del creador.<br /><br />Finalmente, Fedosy Santaella será el encargado de dictar el <strong>Taller de novela</strong>, desde el jueves 25. En las puertas del siglo XXI, la novela se ha convertido en uno de los géneros más proteicos; este taller tiene como intención hacer que cada participante aborde su propio proyecto y llegue a comprender las estrategias necesarias para lograr estructurar y realizar una novela.<br /><br />Los cursos serán impartidos en la sede de <strong>Santa Palabra</strong>, ubicada en La California Sur, Av. Trieste con Av. Madrid, dentro de los espacios de Roberto Mata Taller de Fotografía Quienes deseen más información sobre el programa de estudios, duración, horarios e inscripciones, pueden llamar al 257.9745 o 256.2587, o escribir a <a href="mailto:santapalabra@gmail.com">santapalabra@gmail.com</a>. El único requisito con el cual deben cumplir los participantes es el profundo interés en la literatura.<br /><br /><strong>Santa Palabra</strong> es un centro de actividades literarias especialmente concebido para fomentar la expresión escrita y el intercambio cultural sin ningún tipo de inhibiciones. Además de la temporada regular de cursos, su oferta incluye seminarios intensivos, talleres sabatinos y Club de Lectura. Sin embargo, no se limitan a lo académico y sus espacios también sirven como punto de encuentro para quienes deseen disfrutar de recitales, entrevistas en vivo, encuentros con autores, lecturas dramatizadas y tertulias.<br /><br /><br /><strong>Santa Palabra – Talleres permanentes</strong><br /><br /><strong>Fecha de inicio:</strong> 22 de octubre de 2007.<br /><br /><strong>Información:</strong> 257.9745 / 256.2587 / <a href="mailto:santapalabra@gmail.com">santapalabra@gmail.com</a><br /><br /><strong>Lugar:</strong> Av. Trieste con Av. Madrid, La California Sur (dentro de los espacios de Roberto Mata Taller de Fotografía).<br /><br /><br /><strong>Contacto de prensa:</strong> Mílitza Zúpan – <a href="mailto:mmzupan@gmail.com">mmzupan@gmail.com</a> - Telf. 0414.2387909<br /><br /></div>Los hermanos Changhttp://www.blogger.com/profile/11475336894792674755noreply@blogger.com0